El término espermatozoide, que deriva del vocablo francés spermatozoïde, alude al gameto masculino. Se llama gameto, por su parte, a la célula sexual, ya sea masculina (el mencionado espermatozoide) o femenina (el óvulo).
Cuando el espermatozoide y el óvulo se unen, se forma el cigoto. A medida que el cigoto se desarrolla, comienzan a sucederse las diversas etapas que derivan más adelante en el nacimiento de un nuevo ser.
Se conoce como espermatogénesis al proceso de producción de espermatozoides, que tiene lugar en los testículos (las glándulas sexuales masculinas). En el caso de los seres humanos, cuando un joven alcanza la madurez sexual en la pubertad, comienza a generar espermatozoides y está biológicamente preparado para la reproducción.
Los espermatozoides tienen cabeza y una cola conocida como flagelo que les permite movilizarse. Su expulsión del organismo se da a través de la eyaculación, que puede producirse por una polución nocturna, la masturbación o una relación sexual. Con la eyaculación, los espermatozoides salen a través de la uretra, un conducto que se encuentra en el pene.
De este modo, cuando un hombre penetra a una mujer por la vagina y eyacula en su interior, los espermatozoides pueden fecundar a los óvulos: si esto se produce, la mujer queda embarazada.
Cabe destacar que el fluido expulsado durante la eyaculación se conoce como semen y presenta, además de millones de espermatozoides, otras sustancias producidas por el aparato sexual. El ser humano suele expulsar entre dos y cuatro mililitros de semen en la eyaculación, que contienen entre sesenta y trescientos millones de espermatozoides.
La medicina cuenta con exámenes para evaluar la calidad del semen, algo muy importante en casos de dificultad para conseguir un embarazo. Uno de los posibles resultados de este procedimiento se conoce como conteo bajo de espermatozoides, y se trata de una cantidad insuficiente de espermatozoides en el semen. Otro nombre que recibe esta condición es oligospermia, mientras que la ausencia total de espermatozoides se denomina azoospermia.
El número de espermatozoides necesario para que el conteo se considere bajo es menos de 15 000 000 por mililitro de muestra de semen. Sobra decir que ante un resultado como éste, las probabilidades de que un espermatozoide fecunde un óvulo se encuentran por debajo de lo normal; sin embargo, muchos hombres consiguen la paternidad a pesar de ello.
Dado que no se trata de una enfermedad o de un problema que acarree síntomas evidentes, muchos hombres detectan el conteo bajo de espermatozoides recién después de varios intentos fallidos de tener hijos. A veces existen trastornos de fondo, como ser un desequilibrio hormonal, una enfermedad que impida la normal circulación del semen, una anomalía hereditaria en los cromosomas o una dilatación de las venas de los testículos, y esto puede despertar las sospechas del médico e impulsarlo a examinar el semen de su paciente.
Son muchos los factores que pueden influir negativamente en la producción de espermatozoides, así como en su eficacia a la hora de fecundar un óvulo, y muchos de ellos se encuentran en el entorno del individuo, como ser los siguientes:
* exposición a ciertos metales pesados: una de las causas más comunes de esterilidad es la exposición a metales pesados como ser el plomo;
* exposición a ciertas sustancias: en este grupo tenemos los solventes orgánicos, los pesticidas, el xileno, el tolueno, los bencenos y ciertos materiales de pintura;
* radiación: entre los varios perjuicios que puede traernos la radiación se encuentra la disminución de espermatozoides. Una vez que el individuo deja de estar expuesto a ella, puede tardar muchos años en recuperar una normal producción de semen;
* exceso de calor: si un hombre somete sus testículos a altas temperaturas con frecuencia, corre el riesgo de afectar negativamente la producción de espermatozoides.
