Ética del cuidado es el nombre que identifica en español a un libro elaborado por Carol Gilligan. Se trata de una autora de origen estadounidense formada como psicóloga y filósofa que propone un enfoque o modelo alternativo al abordaje de la psicología o razonamiento moral con marcadas influencias masculinas diseñado por el psicólogo Lawrence Kohlberg.
Ella plantea que la empatía, el cuidado y el modo de cultivar las relaciones interpersonales son elementos inherentes a la ética. En su postulado también le da valor al contexto social como determinante al momento de tomar decisiones éticas.
Más allá de ir en búsqueda de información relevante en materia de particularidades, fundamentos teóricos, dimensiones y los alcances de la ética del cuidado es necesario saber que esta teoría ha sido (y es) objeto de críticas y generadora de debates y polémicas. Se cuestiona, por ejemplo, que refuerce estereotipos de género al marcar diferencias aparentes entre el sentido ético femenino y masculino o el razonamiento moral que se les atribuye a hombres y mujeres. Suele disgustar, asimismo, que se limite la ética del cuidado a realidades feministas y/u occidentales sin propiciar espacios para ampliarla a toda clase de contexto cultural. También se le reprocha a este contenido la supuesta oposición que establece entre las ideas de justicia y cuidado. Se le resta prestigio en ocasiones, por añadir más precisiones, porque Carol no investigó sobre una base real sino en un contexto de índole experimental.
Características de la ética del cuidado
Al ir construyendo el modelo conocido como ética del cuidado, Gilligan puso la lupa en la tendencia femenina de resolver desde la moral múltiples asuntos. Concluyó que las mujeres no se movilizan tanto en función de la equidad y la concepción abstracta de justicia sino que se ponen en acción pensando más en la responsabilidad que tienen o asumen respecto a determinados individuos de su entorno. Así, ha entendido Carol, para el género femenino es común que entren en conflicto sus propios intereses o necesidades y el deber de cuidar y hacerse cargo de otros.
Se desprende, de este modo, que en la ética del cuidado entran en juego las nociones de atención, comunidad, responsabilidad, interdependencia, cooperación y cuidado. Estas bases difieren de los pilares de la ética de justicia, donde abundan valores, conectados con la razón y la necesidad de acatar y cumplir normas, que exaltan la individualidad y la libertad. Es decir, la ética del cuidado no busca dilucidar qué es, o no, justo sino que se orienta a encontrar respuestas nacidas desde la sensibilidad a las necesidades ajenas, en especial de gente en estado de dependencia o vulnerabilidad.
Tras ir recopilando datos para su teoría, Gilligan estuvo en condiciones de señalar que, más allá del género, el desarrollo moral humano trasciende el razonamiento en sentido abstracto.
Se distinguen, por otra parte, varias dimensiones al apreciar el alcance de la ética del cuidado. Existen, en esta postura, consideraciones sobre el cuidado personal, interpersonal, comunitario y social, sin dejar afuera al cuidado medioambiental ni al cuidado global. Por ello es posible mencionar que esta teoría tiene un amplio y diverso campo de aplicación. Este contenido y su esencia están presentes en áreas de la pedagogía y la educación; de la labor social y el cuidado comunitario; de la asistencia sanitaria; y en acciones de responsabilidad corporativa y gestión empresarial.
Al analizar qué y cómo es la ética del cuidado es enriquecedor reflexionar sobre qué se pretende entendiendo al cuidado como actividad. En el día a día, se traduce en colaboraciones y tareas de perfil desinteresado en pos de garantizar el bienestar de alguien. Al asumir un compromiso profesional, en cambio, el cuidado no es espontáneo y está sujeto a acciones previamente estipuladas y legisladas. También el cuidado puede estar sujeto a una actitud que anima a cuidar a quien, por alguna razón, necesita el acompañamiento y la ayuda de una persona.
Importancia
Independientemente de las controversias que suelen surgir en torno a la ética del cuidado, esta teoría se mantiene vigente. Según se desprende de la práctica, hoy en día es utilizada para analizar desde un marco teórico firme dilemas éticos de enorme complejidad que aparecen con frecuencia en ámbitos vinculados al trabajo social, la educación, la salud o la justicia social.
En opinión de aquellos que respaldan la postura de Gilligan, la ética del cuidado promueve el desarrollo de comunidades más democráticas y armoniosas capaces de crecer bajo los lineamientos de la solidaridad y la justicia por tener como valores centrales a nivel ético la compasión y la empatía y una concepción profunda acerca del cuidado.
Se la defiende y difunde, además, por posicionar al compromiso con el prójimo como un acto que se refleja en una colaboración o ayuda, ofreciendo en este punto reconocimiento y visibilidad a la responsabilidad que se tiene y asume respecto a los demás. Desde este despliegue, el cuidado constituye un compromiso moral que cobra fuerza cuando se toma conciencia de la fragilidad humana y se decide actuar a fin de cubrir o solucionar necesidades básicas de un individuo.