El concepto de fotoperíodo, también mencionado como fotoperiodo (sin acento en la I), se utiliza en el terreno de la biología para denominar el tiempo diario que un ser vivo se expone a la luz. Durante este periodo, se llevan a cabo diversos procesos en el organismo vegetal que permiten la regulación de su funcionamiento biológico.
En un sentido amplio, puede decirse que la noción de fotoperíodo abarca tanto el tiempo de exposición a los rayos lumínicos como los procesos que esta exposición produce en el vegetal. La alternancia entre el día y la noche, los ciclos solares y los cambios de estación determinan los efectos del fotoperíodo.
La exposición a la luz influye en la germinación y en el desarrollo de las especies vegetales: según la cantidad de horas que una planta recibe luz, puede crecer más o menos. El fotoperíodo hace que una especie crezca menos en invierno que en el resto del año, por ejemplo, ya que los días son más cortos y el crecimiento, en este marco, se interrumpe.
Las señales lumínicas son reconocidas por las plantas a través de receptores que las captan y las traducen, desencadenando diversas reacciones. El fototropismo es uno de los fenómenos directamente vinculados al fotoperíodo.
Es posible clasificar las diferentes especies de plantas basándose en la forma en la que responden al fotoperíodo, ya que muchas de sus actividades están determinadas por la duración del día (un ejemplo es la producción de flores). En este marco podemos hablar de las plantas de días cortos, cuyo florecimiento se da solamente en los días cortos, o bien es entonces que este proceso de producción se acelera; también están las plantas de días largos, que necesitan una exposición bastante mayor a la luz solar.
Existe una tercera clase de plantas, denominadas plantas neutrales, cuya respuesta al fotoperiodo es nula; en su caso, el florecimiento se da por medio de mecanismos autónomos de regulación.
Se conoce como inducción fotoperiódica a un proceso regulado que tiene lugar en el momento en el cual las hojas de una planta reconocen el fotoperiodo a través del uso de los receptores denominados fitocromos y fotorreceptores, y mandan señales al brote apical (aquél que se produce partiendo de una yema terminal, es decir, que se encuentre en una punta) para que empiece a producir las flores.
En los invernaderos, la exposición de las plantas a la luz se puede realizar de manera artificial, así como muchos otros fenómenos. Las instalaciones de iluminación en estos espacios se dividen en dos tipos bien definidos, de acuerdo con su clasificación: por un lado están las que sirven para la asimilación fotosintética, para lo cual se utilizan lámparas de sodio; en el caso del control del fotoperíodo, se suelen usar lámparas incandescentes.
Para los cultivos de flores cortadas (donde encontramos la paniculata, la kalanchoe y el crisantemo, entre otras) las instalaciones de iluminación ofrecen la posibilidad de controlar la duración del fotoperíodo por medio de la fusión entre luz artificial y una malla de sombreo, y los ciclos se programan para su ejecución automatizada; por ejemplo, los operadores pueden determinar que las luces permanezcan encendidas durante diez minutos y luego se apaguen, para volver a encenderse veinte minutos más tarde.
Es importante mencionar que el fotoperíodo también afecta a los animales. Los factores ambientales inciden en el comportamiento sexual y, por lo tanto, en la reproducción y en la cría de los nuevos ejemplares. En definitiva, la totalidad de los seres vivos llevan a cabo sus procesos vitales de acuerdo a las condiciones del entorno, tanto por la luz como por otras variables.