El concepto de friki, que también puede escribirse como friqui de acuerdo a lo aceptado por la Real Academia Española (RAE), procede del vocablo inglés freaky. Se trata de una noción que se utiliza en el lenguaje coloquial para aludir a aquel o aquello con características excéntricas, insólitas o inverosímiles.
Por ejemplo: «Este año la convención de cómics tendrá la edición más friki de su historia, con cientos de invitados internacionales y miles de personas que acudirán disfrazadas de sus superhéroes favoritos», «Con sus propuestas, este candidato demuestra ser un friki que no reúne las aptitudes necesarias para gobernar el país», «Me alojé en el hotel más friki de la ciudad: las paredes y el techo eran de vidrio».
Uno de los usos más habituales de la noción se vincula al individuo que siente fanatismo por algo o alguien. Esto lo lleva a actuar de manera desmesurada, casi con obsesión. Un fanático de Michael Jackson que, además de vestirse como el artista y de aprender todos sus pasos de baile, se somete a cinco cirugías estéticas para parecerse al cantante estadounidense, puede ser calificado como un friki.
Quienes se dedican al cosplay, usando disfraces para representar personajes de ficción, también suelen ser llamados frikis, al igual que las personas que componen un fandom (un grupo de fanáticos). Otros frikis son los sujetos pintorescos, ya sea por apariencia física, vestuario, actitud o conducta.
El uso de friki equivale a lo que en ciertas regiones se conoce como bizarro o incluso como kitsch. Lo exagerado, raro o de mal gusto suele ser denominado con estos términos.
Sin embargo, es muy importante aclarar que el uso de este término difiere del que recibe en su lengua original, del mismo modo que en cada región (tanto de habla inglesa como española) puede ser aplicado a personas de características diversas. Por ejemplo, en algunas partes no se usa con ninguna connotación negativa, sino que simplemente sirve para hacer referencia a los gustos, que por lo general incluyen series de televisión, tiras cómicas y videojuegos de origen japonés.
Ser un friki, en este caso, no es algo bueno ni malo; de hecho, muchos individuos que son calificados con este anglicismo también lo usan para referirse a ellos mismos. Por otro lado, en algunos de los ejemplos expuestos en los párrafos anteriores podemos notar un claro matiz despectivo, algo que también ocurre con otros términos que se usan para describir a aquellas personas que se alejan del comportamiento considerado normal por la sociedad de la que forman parte.
Si bien el diccionario de la RAE incluyó este término en su edición del año 2008 y nos permite escribirlo en redonda, es decir como cualquier otro de nuestra lengua, estamos ante un caso más de imitación innecesaria del inglés. El español es un idioma rico, que nos da millones de posibilidades para expresar nuestras ideas y que puede evolucionar sin necesidad de tomar prestadas tantas palabras extranjeras. Resulta muy triste ver el deterioro que sufre nuestra comunicación cuando la ensuciamos con tantos sustantivos y adjetivos extraños.
Uno de los mayores perjuicios que derivan de esta práctica (tan común en nuestros tiempos) es el empobrecimiento de la comunicación en los niños y adolescentes, algo que ya existía con la falta de atención que los educadores ponen en la lectura, por ejemplo. ¿Cómo esperar que las nuevas generaciones se expresen con claridad si no se acercan a la literatura, no aprenden a escribir a mano porque tienen dispositivos que lo hacen por ellos y, para colmo de males, se apoyan en un gran porcentaje de términos extranjeros mal interpretados? Si queremos hablar de alguien raro podemos decir extravagante, excéntrico o extraordinario, por ejemplo.
