El término gentilicio proviene del vocablo latino gentilicius, que a su vez deriva de gentīlis. Este concepto refiere a aquellos que pertenecen a un mismo país o linaje.
Un gentilicio, por lo tanto, es un sustantivo o un adjetivo que permite especificar un vínculo con un sitio geográfico. Puede aludir a una nación, una región, una ciudad u otra clase de entidad administrativa o geográfica.
Existen múltiples sufijos en nuestro idioma que permiten la construcción de gentilicios. Algunos de los más usados son -ano, -ense, -eño, -ero e -ino.
Al individuo nacido en Colombia, por ejemplo, se lo conoce como «colombiano». Es decir que «colombiano» es el gentilicio de Colombia. Aquel que es oriundo de la provincia argentina de Chubut, por citar otro caso, se lo llama «chubutense». Un hombre que nació en Panamá, por otra parte, es «panameño», mientras que el originario de una zona de costa es «costero». El individuo relacionado con Salamanca, en España, es «salmantino».
Un individuo nacido en Cádiz, España, por otro lado, se representa con el adjetivo gaditano. Como puede apreciarse, los gentilicios no siempre se parecen mucho al lugar geográfico al que hacen referencia, y esto vuelve especialmente difícil aprenderlos o deducir su significado si no los hemos visto antes. Además, hay algunos sitios para los cuales se usa más de un gentilicio; tal es el caso de Valladolid, que lleva asociados los términos vallisoletano/na, pinciano/na y pucelano/na.
Veamos a continuación algunos de los gentilicios más curiosos, ya sea por sus diferencias con el nombre del lugar al que representan o por la cantidad de opciones posibles:
* Zaragoza: zaragocí, cesaraugustano/na y zaragozano/na;
* Salamanca: además del mencionado más arriba, es posible usar los gentilicios salamanquino/na, salamanticense, charro/rra y salamanqués/esa;
* San Sebastián: easonense y donostiarra;
* Guadalajara: arriacense, guadalajareño/ña y caracense;
* Pontevedra: duopontino/na, lerense y pontevedrés/sa;
* Logroño: lucroniense, logroñés/sa, juliobrigense y jacarero/ra;
* Mallorca: majoriciense, mallorquín/na, mayoricense y mallorqués/sa;
* Cádiz: a gaditano/na se suman los gentilicios caditano/na, cadicense, gadeiritano/na, gaderita y cadiceño/ña;
* Almuñécar (en Granada, España): sexitano/na;
* Jerusalén: la capital de Israel, famosa en todo el mundo y nombrada a menudo por millones de hispanohablantes, pero con una serie de gentilicios que no todos conocen, como ser jebuseo/a, jerosolimitano/na, solimitano/na y hierosolimitano/na;
* Sicilia: trinacrio/a, sícuro/a, siciliano/na y sicano/na.
Como se menciona al comienzo de esta definición, el significado del término latino que dio origen a gentilicio, el cual se usaba comúnmente en el Antiguo Imperio Romano, hacía referencia al linaje o la tribu de la cual formaba parte una persona, y no al lugar geográfico en el cual viviera o hubiera nacido. En aquella época, se utilizaba en conjunto con el nombre del individuo, como si se tratara de su apellido.
No debemos olvidar que en la Antigua Roma la gente se organizaba en comunidades, y por eso resultaba práctico el uso de una palabra que relacionara a cada individuo con su grupo, ya que dentro de una misma región geográfica existían muchos.
Por lo general al gentilicio se lo asocia al lugar de nacimiento. De todos modos, una persona puede empezar a ser mencionada con el gentilicio del sitio donde vive si lleva muchos años allí o si logró identificarse con las costumbres locales. Un hombre de 75 años que nació en Alemania pero que vive en Francia desde que tenía 3 años posiblemente sea calificado como «francés».
En ocasiones, el gentilicio es reemplazado por un hipocorístico: una designación afectuosa o cordial, que en un primer momento podía ser despectiva. A los nacidos en la Ciudad de México, en este marco, se los nombra con el hipocorístico «chilangos« en vez de los gentilicios «mexiqueños», «capitalinos» o «defeños» (por Distrito Federal).