La gestión del agua busca la eficiencia hídrica.
La gestión del agua es el conjunto de acciones, estrategias y procesos que permiten llevar a cabo la planificación, la distribución y la utilización óptima de los recursos hídricos. La finalidad es propiciar una satisfacción de las necesidades sin atentar contra el desarrollo sostenible.
Los recursos hídricos incluyen tanto las aguas superficiales como las aguas subterráneas. Su correcta gestión requiere la intervención de expertos en hidrología, ecología, geografía, ingeniería, hidráulica y derecho, entre otras áreas del conocimiento.
Antes de avanzar, es importante señalar que el agua es un compuesto químico cuyas moléculas se forman con un átomo de oxígeno y dos átomos de hidrógeno. Se trata del componente principal de los seres vivos y el de mayor abundancia en la superficie del planeta Tierra. La idea de gestión, en tanto, alude a la organización, la administración o el manejo de algo.
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ResumenImportancia de la gestión del agua
El agua es un elemento imprescindible para la vida. Por eso es esencial gestionarla correctamente: garantizar la disponibilidad y la buena calidad del agua resulta necesario para la subsistencia.
Debe considerarse que la demanda de recursos hídricos es muy amplia y variada. De hecho, todas las personas del planeta necesitan tener acceso al agua potable. Asimismo se requiere agua para la higiene y el saneamiento básico. La industria y la agricultura, por otra parte, utilizan grandes cantidades de agua para su funcionamiento.
Como se trata de un recurso escaso, la gestión del agua es trascendental para que exista un reparto equitativo. En esa asignación no solo deben contemplarse las necesidades actuales, sino también las futuras.
Se necesita educación para la gestión del agua a nivel hogareño.
El ciclo hidrológico
La gestión del agua debe tener en cuenta el ciclo hidrológico. Así se denomina a la circulación del agua a través de la hidrósfera.
En la Tierra, el agua se encuentra mayoritariamente en estado líquido, ya sea de forma subterránea o sobre la superficie en arroyos, lagunas, lagos, ríos, mares y océanos. También existe acumulación de agua sólida en los glaciares, los casquetes glaciares y el hielo marino. El menor porcentaje, en tanto, corresponde al agua en estado gaseoso que se halla en la atmósfera.
El ciclo hidrológico, en este marco, consiste en cambios de estado físico y traslados del agua de un sitio a otro. El sol evapora el agua superficial, de las nubes hay precipitaciones, la lluvia termina infiltrándose por la tierra y así van produciéndose distintos fenómenos sin que se modifique la cantidad de agua que hay en circulación en nuestro planeta.
La gestión del agua, así, también exige específicamente la gestión del ciclo hídrico. Las decisiones humanas tienen influencia en el desarrollo de este ciclo, con lo cual se debe actuar sin poner en riesgo la disponibilidad de agua para sus distintos fines. Por ejemplo: las actividades industriales incentivan el calentamiento global, los glaciares se derriten y crece el nivel de los océanos. La gestión del ciclo del agua, pues, exige tener en cuenta dicha realidad.
La gestión del agua puede contemplar la puesta en marcha de sistemas de alerta temprana de inundaciones.
La gestión del agua y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible
En 2015, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) adoptó un plan de acción conocido como Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. En ella se establecen 17 objetivos con 169 metas.
El sexto de sus objetivos de desarrollo sostenible es lograr que todos los seres humanos tengan acceso al saneamiento seguro y al agua potable. Dicho desafío obliga a una gestión del agua diferente a la que se venía llevando a cabo, considerando que 4.200 millones de personas no tienen sistema de saneamiento y otros 2.200 millones no pueden acceder a agua potable.
Las estadísticas de la UNESCO marcan que el consumo de agua sube a un ritmo del 1% anual, con un crecimiento que se multiplicó por seis en el último siglo. Cabe destacar que, si bien el 70% de la superficie del planeta está cubierta por agua, apenas el 3,5% es agua dulce (que puede aprovecharse) y solo el 0,025% es agua apta el consumo.
El cambio climático que incrementa la intensidad de los fenómenos meteorológicos, con precipitaciones extremas, inundaciones y sequías cada vez más frecuentes, es uno de los grandes obstáculos para alcanzar el mencionado objetivo. Una de las consecuencias del calentamiento global es que se incrementa la temperatura del agua y se reduce el oxígeno disuelto que contiene, lo que afecta la autodepuración de las cuencas de agua dulce. Por consiguiente, aumenta la contaminación del agua.
La escasez de agua, por otro lado, perjudica a los sistemas de riego que emplea la agricultura. Por eso la producción de alimentos se encuentra bajo amenaza.
Las autoridades sostienen que, para mejorar la gestión del agua y acercarse al cumplimiento del objetivo de desarrollo sostenible de la Agenda 2030, se necesita una política hídrica que contemple la relación entre cambio climático y agua y que apunte al cuidado y la preservación del recurso.
Planificación y soluciones
La gestión del agua requiere una planificación detallada y la puesta en marcha de diversas medidas para mejorar la distribución y la conservación de los recursos hídricos.
Fomentar el ahorro de agua es clave ante la escasez, al igual que aplicar tecnología para el tratamiento de aguas residuales. También se tiene que trabajar en el monitoreo de la calidad del agua para cuidar la salud de la población.
Analizar el impacto ambiental de proyectos hídricos (como la construcción de presas y embalses) y fomentar la restauración de ecosistemas acuáticos son otras medidas que se necesitan para optimizar la gestión del agua. Por supuesto, todas esta acciones precisan la existencia de una legislación ambiental relacionada con el agua que se respete.
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