Gratuidad es un término que procede del francés gratuité, a su vez derivado de un vocablo del latín medieval. La gratuidad alude a la condición de gratuito (de gracia o que carece de fundamento).
El uso más habitual del concepto se encuentra en la economía. En este contexto, se alude a la gratuidad de un servicio o de un bien cuando éstos se dispensan sin que el beneficiario realice una contraprestación.
La gratuidad, por lo tanto, supone que el servicio o el bien no tiene precio y que el beneficiario no paga por él (no entrega dinero a cambio). De todos modos, es importante destacar que no existe ningún servicio ni ningún bien que sean gratuitos socialmente.
La gratuidad y el costo de producción
Todos los servicios y los productos tienen un costo de producción y acarrean una externalidad (los costos y los beneficios de su producción y/o de su consumo que no se plasman en el precio). Para que el beneficiario no pague por aquello que se le otorga en gratuidad, alguien tiene que asumir previamente los costos.
Si el bien en cuestión realmente no tiene costo para nadie, no se trata de un bien económico. En ese caso habría que hablar de un bien libre, que carece de precio y de dueño. El viento, por ejemplo, es un bien libre, no un bien económico que se da en gratuidad.
Acceso sin pago
Más allá de todo lo dicho, en el lenguaje coloquial suele vincularse la gratuidad al no pago por parte del consumidor o usuario. Entre 2009 y 2017, por citar un caso, el Estado argentino desarrolló un programa conocido como Fútbol Para Todos. Muchos sostenían que dicha medida garantizaba la gratuidad de las transmisiones de los partidos de fútbol de Primera División, ya que los televidentes no tenían que pagar para acceder a dichos contenidos.
Sin embargo, otros advertían que el Estado asumía los costos (pagando los derechos, financiando operaciones técnicas, etc.) y que los ciudadanos, a su vez, financiaban al Estado a través del pago de impuestos. Por eso afirmaban que no existía tal gratuidad.
La gratuidad y el software
En el ámbito del desarrollo de software>, por ejemplo, la industria ha atravesado un cambio significativo desde sus comienzos hasta principios del segundo milenio con respecto al precio de sus productos, partiendo de cifras accesibles para unos pocos hasta llegar a la gratuidad como clave para la distribución masiva de un paquete básico que luego se pueda completar por medio de pequeños pagos por funciones o complementos específicos.
Nos encontramos en una era en la cual la gratuidad es prácticamente una condición para el consumo de programas y videojuegos por parte de una gran porción de los consumidores. Este fenómeno se da especialmente en el mercado móvil: un gran porcentaje de los usuarios de teléfonos móviles pretende que los productos descargables a través de la tienda virtual sean gratuitos o que cuesten muy poco dinero. Por otro lado, en el terreno de la informática y los videojuegos tradicionales, tanto de ordenador como de consola, los precios son muy altos y esto no impide que estos mercados proliferen.
La aceptación de la piratería
Quizás el problema comienza cuando la gente asocia los conceptos de gratuidad y justicia, porque parece pasar por alto la inversión económica y energética que supone la creación de sus productos favoritos. La piratería es uno de los fenómenos más lamentables, y afecta tanto a la industria del cine como la de la música, la literatura y los videojuegos.
Lejos de ser un delito que se cometa en las sombras, millones de personas lo practican y lo defienden con orgullo, alegando que no consideran justo tener que pagar por ver una película. Este sinsentido se sostiene en parte a causa de que ciertas empresas teman cobrar por sus productos y servicios, o que los ofrezcan a precios considerablemente bajos.