En el latín es donde podemos establecer que se encuentra el origen etimológico del término hedor. Exactamente hay que indicar que deriva del latín, de la palabra «foetor, foetoris», que puede traducirse como «olor a podrido» o «fetidez».
El concepto alude a un olor intenso y nauseabundo que resulta molesto.
Por ejemplo: «¿Qué es ese hedor? No se puede estar aquí», «El hedor de los contenedores de basura cuando están bajo el sol se percibe a varios metros de distancia», «La policía descubrió el cadáver del anciano por el fuerte hedor».
Hediondez, peste, pestilencia, tufo, podredumbre o tufarada son algunas de las palabras que se pueden utilizar como sinónimos de hedor. Por el contrario, entre sus antónimos hay términos tales como aroma, fragancia, esencia o colonia, por ejemplo.
El hedor, por lo tanto, es un aroma fétido y nada agradable. Por lo general se vincula a materia en descomposición, aunque también puede asociarse a ciertos productos químicos y a otras sustancias.
Supongamos que alguien deja un trozo de carne al aire libre, sin refrigeración. Con el correr de las horas y de los días, esa carne empezará a sufrir un proceso de putrefacción a partir de la aparición de microorganismos e insectos. La carne, al pudrirse, emanará un hedor que seguramente provocará el rechazo de todas las personas que pasen cerca.
En el caso de las personas, el hedor suele estar relacionado a un problema de salud. Se conoce como hedor hepático, en este marco, al olor que desprenden los sujetos que padecen determinadas enfermedades crónicas del hígado. Este hedor se debe a la liberación de compuestos químicos que proceden de un aminoácido (metionina) debido a las fallas en el metabolismo.
De la misma manera, en relación a la salud, no podemos pasar por alto la existencia de lo que se conoce como hedor urémico. En concreto, este viene a ser una variante de la conocida halitosis. Lo sufren las personas que tienen alguna enfermedad de tipo renal y se identifica porque viene a ser un mal aliento, concretamente con un fuerte olor similar al del pescado.
Asimismo, no hay que olvidarse tampoco de lo que se da en llamar hedor alcohólico. Este, como su propio nombre ya nos viene a indicar, se refiere al aliento con fuerte olor a alcohol que tienen las personas que han consumido bebidas con ese.
El Gran Hedor, por otra parte, es el nombre que identifica a un periodo de 1858 en el cual, en Londres, se podía percibir el olor de los desechos que eran arrojados al río Támesis sin tratamiento. Por las temperaturas altas e inusuales de aquel verano, proliferaron las bacterias y la pestilencia se propagó por diversos rincones de la ciudad.
Además de todo lo indicado, no podemos pasar por alto la existencia de un libro que lleva precisamente por título «Hedor». La autora Gabriela Pavinski es la responsable de este trabajo que gira en torno a elementos tales como el feminismo, el machismo, el sexo, la violencia, las drogas…Cuenta con ilustraciones realizadas por Libertad Ballester.