El hipertiroidismo es un trastorno caracterizado por un incremento de la función de la tiroides, una glándula endócrina que se encarga de la regulación del metabolismo y de la sensibilidad del organismo hacia diversas hormonas. Cuando la tiroides funciona en exceso, se produce el hipertiroidismo, responsable de distintos inconvenientes para la salud.
La tiroiditis subaguda, el bocio multinodular tóxico, el adenoma tiroideo tóxico, la enfermedad de Graves-Basedow y determinados fármacos pueden causar el hipertiroidismo. El médico debe determinar la etiología del trastorno a través del estudio de los síntomas y los signos, pudiendo de este modo llegar a un diagnóstico y así determinar cuál es el mejor tratamiento para el paciente.
La producción excesiva de hormonas tiroideas deriva en un incremento generalizado del metabolismo, con un mayor gasto de energía y consumo de oxígeno. Este desequilibrio metabólico puede ocasionar pérdida de peso, caída de cabello, arritmia, debilidad muscular, nerviosismo, temblores, ansiedad e insomnio, por ejemplo.
Una prueba clave para el diagnóstico del hipertiroidismo es la realización de un análisis de sangre para medir el nivel de tiroxina o T4, una hormona tiroidea. Cuando esta hormona aparece en una cantidad excesiva, revela la existencia de hipertiroidismo.
Con el hipertiroidismo ya diagnosticado, el tratamiento puede incluir el suministro de fármacos antitiroideos (que bloquean la síntesis y la liberación de las hormonas tiroideas) o de yodo radiactivo y la extirpación parcial o total de la tiroides mediante una intervención quirúrgica.
En este marco, se habla de tres tipos de tratamientos diferentes: el conservador, el quirúrgico y el de yodo radioactivo, los cuales se detallan a continuación. El primero consiste en el uso de medicamentos llamados antitiroideos, mencionados en el párrafo anterior, los cuales se administran por vía oral y pueden ofrecer mejoras en un plazo máximo de dos semanas, aunque en algunos casos los síntomas se revierten en tan sólo siete días. En este grupo de fármacos inhibidores de la formación de hormonas se encuentran el carbimazol, el metimazol y el propiltiouracilo.
Si el cuadro incluye la enfermedad de Graves-Basedow, entonces es posible probar con un tratamiento más extenso, que dure entre uno y dos años, usando los fármacos antitiroideos de manera exclusiva o combinados con tiroxina, gracias a la cual se puede evitar el hipotiroidismo. A lo largo del tratamiento el paciente debe asistir a una revisión cada tres o cuatro meses, en las cuales es necesario controlar que no tengan lugar efectos secundarios de los fármacos, como ser reacciones en la piel y disminución de glóbulos blancos.
Con respecto al tratamiento quirúrgico, se destina a los casos que no remiten de forma definitiva y a los que surgen como consecuencia de bocios nodulares (aumento en el tamaño de los nódulos). Cuando los nódulos crecen demasiado, causa síntomas de compresión o altera la visión, algo típico de la enfermedad Graves-Basedow. Este procedimiento se centra en la extracción de una fracción del tiroides para que la glándula sea más pequeña y genere menos hormonas.
Si el bocio no es considerable o el riesgo de la cirugía es demasiado alto, entonces se recomienda recurrir a la administración de yodo radioactivo por vía oral, cuyos efectos se pueden comenzar a apreciar a partir del primer mes de tratamiento. Es importante señalar que esta alternativa suele causar hipotiroidismo y deteriorar la visión incluso más que la cirugía. Para tratar el hipotiroidismo, por otro lado, se deben recetar comprimidos de tiroxina, que se consumen por vía oral.
Cabe resaltar que el hipertiroidismo también puede afectar a otras especies. Es frecuente, por citar un caso, entre los gatos domésticos de edad avanzada, que padecen taquicardia, problemas estomacales y pérdida repentina de peso.