El ser humano, al igual que sus antepasados más cercanos, forma parte del género de primates homínidos conocido como Homo. Este género, de la tribu de los homininis, surgió hace unos 2,4 millones de años.
Es posible reconocer, dentro de este género, a diversas especies ya extintas. Una de ellas es el Homo erectus, que vivió entre 1,8 millones y 300.000 años antes de la actualidad, en la época del Pleistoceno inferior y medio (era Cenozoica).
Los fósiles del Homo erectus fueron hallados en la región de Asia oriental, en países como China e Indonesia. Otros fósiles similares fueron encontrados en África y en Europa, aunque finalmente los científicos se decantaron por incluirlos en otras especies.
Características del Homo erectus
El Homo erectus era robusto y podía medir hasta 1,80 metros. Contaba con una mandíbula fuerte aunque sin mentón, dientes pequeños y un volumen craneal que creció a lo largo de la historia de la especie hasta alcanzar los 1.200 centímetros cúbicos.
Se cree que el Homo erectus ya dominaba el fuego. Esta especie también contaba con la capacidad de desarrollar herramientas como martillos, cuchillos, yunques y cavadores, hechos con piedras y huesos.
Antepasados y subespecies
Los científicos aún se debaten sobre si el Homo erectus es un antepasado directo del Homo sapiens (el ser humano moderno). Se cree incluso que las últimas poblaciones del Homo erectus convivieron con poblaciones del Homo sapiens.
Por otro lado, es posible reconocer diversas subespecies dentro del Homo erectus, como el Homo erectus pekinensis («Hombre de Pekín»), el Homo erectus erectus («Hombre de Java») y el Homo erectus soloensis («Hombre de Solo»).
La importancia del Homo erectus
Una de las principales características del Homo erectus fue su destreza a la hora de fabricar armas y herramientas, además del hecho de que caminaba con el cuerpo erguido y que tanto el volumen de su cerebro, como su estatura y su peso promedio los ubican muy cerca de nuestra especie desde un punto de vista fisiológico.
El Homo habilis se destacó por comenzar a combinar y modificar elementos de su entorno para crear sus propios utensilios, pero el Homo erectus fue mucho más allá que su supuesto antecesor: sus armas llegaron a ser tan letales que lo convirtieron en la primera especie de nuestra familia capaz de cazar animales de la talla del mamut.
Por otro lado, el Homo erectus fue el primero en trascender los confines del sudeste de África, a diferencia de sus antepasados. Fue capaz de expandir considerablemente su superficie de poblamiento, hasta ocupar el resto del continente negro y llegar a Asia, Europa e Insulindia (antiguo nombre con el que se conocía al archipiélago que se encuentra entre Australia y la península de Malaca). De hecho, los primeros restos de Homo erectus fueron hallados en la isla Indonesia de Java.
Evolución y desarrollo
Durante la evolución del Homo erectus, la Tierra se encontraba en un período glacial, y el frío inspiró a esta especie a crear muros de piedras para resguardarse del viento o construcciones similares a las actuales tiendas de campaña, usando pieles de otros animales. Del mismo modo, el Homo erectus no dudaba en aprovechar la protección que las cuevas le podían brindar.
Sin lugar a dudas, el descubrimiento del fuego o, mejor dicho, haber aprendido a dominarlo, es lo que sitúa al Homo erectus en un puesto tan respetado por parte de los estudiosos de nuestra evolución. Como es de esperarse, no existen datos exactos acerca de cómo tuvo lugar ese fascinante proceso de acercamiento al fuego, pero se estima que haya comenzado por mantener viva una llama provocada naturalmente, quizás por un rayo, para más adelante dar con un método para provocar una en cualquier momento.