El término homógrafo se emplea en el terreno de la lingüística para aludir a una palabra que se escribe de la misma forma que otra. Esto quiere decir que los conceptos homógrafos presentan idéntica grafía.
La homografía implica que palabras que tienen distinto significado se escriben igual. Hay, por lo tanto, una coincidencia ortográfica entre los homógrafos.
Puede decirse que la homografía constituye un caso específico de homonimia. Los homónimos se pronuncian de la misma manera, pero cuentan con significados diferentes. Los homógrafos, en particular, se escriben igual. Mientras que en castellano los homógrafos siempre son homónimos, en otras lenguas (como el inglés) hay conceptos que son homógrafos pero no homónimos: se escriben igual y se pronuncian distinto.
Tomemos el caso de banco. Esta noción puede aludir a un asiento (el banco para sentarse) o a una entidad financiera (el banco para depositar dinero, pedir un préstamo, etc.). Como se puede advertir, banco (asiento) y banco (entidad financiera) son homógrafos: ambos términos se escriben con las mismas cinco letras y en el mismo orden (b-a-n-c-o). Debido a que tampoco hay una distinción en cuanto a la pronunciación, además son homónimos.
Cólera, por otra parte, puede referirse al enojo (“El cantante estalló en cólera ante los reporteros”) o a una enfermedad infecciosa (“El brote de cólera dejó diez muertos en el sur del país”). Ambas palabras son homógrafas y homónimas: se escriben igual y se pronuncian igual, pero tienen significados distintos. Para distinguirlas y entender a qué aluden es necesario analizar el contexto en el cual aparecen.
A partir de esta dupla podemos estudiar un aspecto muy interesante que no suele tener lugar en las palabras homógrafas de nuestra lengua: una es masculina, y la otra es femenina. De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, si queremos usar la acepción que se define como enfado o ira, el sustantivo cólera es femenino, mientras que para el significado de la enfermedad epidémica, es masculino.
Sobra decir que en el habla cotidiana estas cuestiones resultan demasiado minuciosas y no siempre se respetan. De hecho, ni siquiera los sustantivos que no tienen homógrafos reciben un uso correcto el cien por ciento de las veces: el caso de sartén, que a pesar de ser femenino mucha gente lo usa como masculino, es un ejemplo de los más comunes, junto con el de sal, que sufre el mismo error. En resumen, se debe decir «la sartén» y «la sal».
Ya que estamos hablando de esta sustancia tan común en el hogar y la industria, que nos permite potenciar el sabor de las comidas y conservar las materias primas, entre otras cosas, podemos señalar un par en el que este término es un homógrafo: el otro es el verbo salir conjugado en la segunda persona singular del imperativo. Por lo tanto, si bien se escriben y se pronuncian de la misma manera, sus significados son muy diferentes.
Veamos dos oraciones para ejemplificar este caso de términos homógrafos: «La comida está riquísima, pero para mi gusto le falta un pelín de sal», «¡Mira, sal de aquí que no te quiero ver más en la vida!». De modo similar, la palabra mira en este caso es el verbo mirar también conjugado en el modo imperativo, mientras que el sustantivo mira, su homógrafo, puede definirse como una pieza para dirigir la vista en algunos instrumentos.
Como se puede apreciar, los homógrafos no suelen dar lugar a confusiones ya que por lo general se usan en contextos bien diferentes: hablar del sabor de un plato de comida no tiene nada en común con una discusión en la que el emisor le pide a su interlocutor que se vaya. Sin embargo, en el ámbito de la comedia puede usarse esta peculiaridad para generar situaciones graciosas, aunque poco realistas.