El vocablo latino imbrex, que puede traducirse como “teja acanalada”, permitió la formación de imbricāre. Este término del latín tardío alude a realizar una cobertura con dichas tejas.
Al castellano la idea llegó como imbricar. Se trata de un verbo que refiere a la acción de disponer diversos elementos iguales para que se superpongan de manera parcial. El aspecto de las peizas una vez que se han imbricado es el de un patrón que se puede asemejar al de un tejado o las escamas de algún animal, como ser un pez.
Podemos encontrar la noción de imbricar en el terreno de la gastronomía. Un chef se dedica a imbricar ingredientes cuando toma piezas que tienen el mismo grosor y un tamaño similar y las ubica de manera tal que se solapen en parte.
Hay que recetas cuya preparación exige imbricar láminas de papa (patata), berenjena o manzana, por mencionar algunas posibilidades. La imbricación puede ser el paso central de la elaboración o aparecer recién al final, a la hora de la terminación.
En el caso de un bizcocho de manzana, por ejemplo, el primer paso es la elaboración de la masa, la cual se debe colocar en un molde redondo cuando haya alcanzado la consistencia adecuada. Las manzanas debemos pelarlas, sacarles el tronco (o corazón, según la región) y cortarlas en finas rebanadas (de un grosor que no supere el milímetro y medio) y usarlas para cubrir la cara superior formando círculos concéntricos cada vez más amplios, imbricándolos para darle al producto final su aspecto tan característico y atractivo.
Como se menciona más arriba, no todas las recetas exigen la imbricación de un ingrediente antes de la cocción; si bien el bizcocho de manzana sí se debe imbricar con las rodajas antes de llevarlo al horno, otros platos aprovechan esta técnica sobre el final o incluso antes de servirlos en la mesa.
Más allá de su significado literal, imbricar puede usarse como pronominal o en sentido figurado. El concepto se utiliza como involucrar, insertar o integrar.
Por ejemplo: “Es importante imbricar el deporte en la juventud para que los chicos crezcan con hábitos saludables”, “Debemos imbricar la tecnología en la empresa si queremos mejorar nuestra posición en el mercado”, “En su nueva novela, el escritor demuestra un gran talento para imbricar las diversas líneas argumentales en un relato coherente, claro y atrapante”.
Tomemos el caso de un divulgador científico. Este individuo busca difundir conocimientos de la ciencia de la manera más simple posible, para que mucha gente pueda comprender y asimilar la información. Por eso, en sus exposiciones, se dedica a imbricar datos y términos científicos en medio de anécdotas, tratando de producir un mensaje valioso desde el punto de vista educativo pero, a su vez, entretenido.
En el terreno del derecho, también se usa el término imbricar, aunque con mayor frecuencia el sustantivo de su misma familia: imbricación. En este contexto, se trata de un caso en el cual una subordinada tenga participación en su persona controlante o matriz. Esto no es legal sino que está terminantemente prohibido: no importan las razones, una subordinada no puede disponer de acciones, cuotas o partes de interés en sus matrices.
Una de las razones por las cuales se prohíbe la imbricación en este ámbito es que puede confundir a los terceros acerca de la cantidad de la prenda real de los acreedores que garantiza que se cumplan las obligaciones sociales. En otras palabras, imbricar el capital sería como volver a invertirlo en la sociedad matriz, algo que daría lugar a una noción falsa e imprecisa de la cuantía y, por consiguiente, a una solidez patrimonial también incierta.