El vocablo latino imprecāri llegó al castellano como imprecar. Esta acción refiere a expresar términos con los cuales se manifiesta el deseo de que un individuo experimente un mal o padezca algún tipo de perjuicio.
Por ejemplo: “Hay gente que solo quiere imprecar y que no tiene interés en encontrar puntos de acuerdo”, “El anciano no dejó de imprecar al hombre que se había acercado a él con el objetivo de conversar un rato”, “No me abstendré de imprecar al responsable de esta terrible situación”.
En un sentido amplio, imprecar es sinónimo de maldecir o insultar. Cuando alguien quiere transmitir su enojo o irritación, puede imprecar, profiriendo groserías y blasfemias.
Supongamos que distintos partidos políticos convocan a una manifestación frente a la Casa de Gobierno. El objetivo es hacer público el descontento de muchos ciudadanos con las políticas aplicadas por el presidente. A medida que comienzan a reunirse los manifestantes, hay quienes empiezan a imprecar al mandatario y reclaman su renuncia.
Tomemos el caso de un partido de fútbol. Un jugador anota un gol y lo festeja frente a los simpatizantes del equipo rival. Por esta actitud, una multitud se enfurece e impreca al futbolista.
Cabe destacar que, si imprecar se vincula a vituperar o agraviar, lo opuesto es elogiar, enaltecer o ponderar. Si un cantante decide dar por terminado un espectáculo luego de interpretar tres canciones, el público lo va a imprecar. En cambio, si el artista ofrece un concierto de dos horas de duración, cantando sus temas más populares, la gente lo va a aplaudir.
Dicho todo esto, podemos pasar a echar un vistazo a algunos de los sinónimos más comunes del término imprecar, dado que no se usa con mucha frecuencia en el habla cotidiana: blasfemar, apostrofar, maldecir, insultar y condenar. Como puede apreciarse, en esta lista también hay palabras que no aparecen con naturalidad en una conversación informal; sin embargo, las últimas tres sí pertenecen al lenguaje popular.
De todos modos, estas afirmaciones son muy subjetivas, ya que el habla cotidiana no es algo estático ni parejo para todos los participantes: en las diferentes franjas etarias, desde los niños hasta los ancianos, podemos encontrar diferentes niveles de complejidad en el uso del lenguaje, que repercute en la gramática, el vocabulario y la extensión de las oraciones, entre otros aspectos. Por otro lado, no todos los adolescentes tienen un dominio del idioma inferior que el de los ancianos, y viceversa.
Con respecto a la etimología del verbo imprecar, hemos mencionado que su origen se encuentra en el latín, aunque es necesario agregar que en aquella época no tenía asociados sentimientos negativos, sino que se trataba simplemente de la acción de desear algo para otra persona, o bien que pudiera alcanzar un objetivo determinado. De hecho, en los textos religiosos es común verlo como una suerte de plegaria, por medio de la cual se ruega a una fuerza superior por el bien de los demás.
La razón principal de que este vocablo haya adquirido esta connotación negativa, y se haya quedado solamente con ella, es que más de un autor importante así lo quiso usar. Estamos hablando de intelectuales como Tácito, Séneca y Virgilio, cuya influencia consiguió transformar la palabra imprecar.
En la familia de este término encontramos también el sustantivo imprecación, el cual recibe dos acepciones por parte del diccionario de la Real Academia Española: «acción y efecto de imprecar»; en retórica, «la puesta en palabras de un deseo negativo hacia otra persona». En este caso nos encontramos ante un sustantivo femenino terminado en -ción, un prefijo que a menudo se usa para dar la idea de «acción y efecto».