El adjetivo inerte, que deriva del vocablo latino iners, tiene varios usos. Puede tratarse de aquel o aquello que no tiene movimiento, no registra actividad o no puede reaccionar.
Por ejemplo: «El niño se mantuvo inerte debajo de la cama hasta que el ladrón se marchó de la casa», «Una fiscalía inerte no ayuda a que las víctimas de un delito obtengan justicia», «Si el gobierno se mantiene inerte ante el aumento de la desocupación, la crisis social seguirá avanzando».
Inerte también alude a lo que carece de vida: «Cuando la policía ingresó al domicilio, encontró al anciano inerte en el suelo», «El cuerpo inerte del hombre permaneció en la calle durante varias horas», «El dueño del hotel descubrió al joven inerte en la habitación».
En el ámbito de la química, esta noción sirve para definir una cosa que no es químicamente reactiva, es decir que no puede provocar o participar de una reacción química. Este fenómeno se define como cualquier proceso termodinámico en el que dos sustancias o más (que se denominan reactivos o reactantes) atraviesan un cambio en su estructura molecular y en sus enlaces para dar lugar al surgimiento de una nueva sustancia (que se conoce como producto). Cabe destacar que esta sustancia que surge de la reacción química tiene características y propiedades diferentes a sus antecesoras.
Un gas noble, por otra parte, es una sustancia que, bajo ciertas condiciones de temperatura y de presión, resulta no reactivo. Precisamente por esta supuesta falta de reactividad, en el pasado se conocía con el nombre de gas inerte.
Esta aparente falta de reactividad en los gases inertes se genera debido a que las capas electrónicas se encuentran llenas, dificultando la pérdida o la adquisición de electrones. Las capas electrónicas también se conocen como capas de electrones y se definen como la distribución de un orbital con un número determinado de electrones que giran en trono al núcleo de un átomo.
Al día de hoy, de todos modos, se sabe que estos gases también pueden reaccionar y generar compuestos químicos: por esta razón, se prefiere hablar de gases nobles. Un claro ejemplo es el tetrafluoruro de xenón.
Cabe señalar que la decisión de calificar de inertes a los gases nobles no fue para nada arbitraria. Incluso en la actualidad es relativamente costoso conseguir que una de estas sustancias forme parte de una reacción química, ya que se necesita un gran volumen de energía para que tenga lugar (por lo general en forma de calor, radiación o presión) y también puede resultar útil el uso de catalizadores (sustancias que sirven para acelerar el proceso de la reacción química).
También es posible usar la palabra inerte de manera relativa, como ocurre al hablar del nitrógeno molecular: se dice que en condiciones normales es inerte y que existe en forma de moléculas diatómicas (las forman dos átomos, de igual elemento químico o no). Dado que en esta molécula existe un enlace covalente triple muy fuerte, no es normal que reaccione.
Dicho esto, es posible generar una reacción química entre el gas de nitrógeno y el litio para dar lugar al nitruro de litio, a pesar de que se encuentren en condiciones normales.
Los plaguicidas se pueden elaborar con ingredientes clasificados en dos grandes grupos: inertes y activos. Los inertes son aquellos que no tienen efectos tóxicos en las especies que intenta combatir el producto, aunque esto no significa que no provoque ninguna consecuencia negativa en otras especies o que no sea tóxico para las personas.
Una munición inerte, por último, tiene su material incendiario o explosivo desinstalado o deshabilitado. Esto quiere decir que dichas municiones no pueden explotar ni causar daño.