Inmigración es la acción y efecto de inmigrar. Este término hace referencia a la persona que llega a otro país para residir en él, generalmente por motivos económicos, políticos o académicos. En otras palabras, entre los objetivos que más comúnmente persiguien quienes se marchan de su país para radicarse en uno extranjero se encuentran la intención de conseguir un mejor trabajo, de escapar de la persecución en su tierra natal o de estudiar en una escuela o universidad de prestigio.
El concepto complementario de inmigración es emigración; ambas se pueden aplicar a la misma situación, aunque con distinta perspectiva. Cuando un sujeto es inmigrante, necesariamente ha debido ser emigrante en primer lugar. Por ejemplo: si Richard abandona los Estados Unidos para radicarse en Chile, es un emigrante de Estados Unidos y un inmigrante en Chile.
La inmigración a lo largo de la historia
Los procesos migratorios han existido a lo largo de gran parte de la historia humana. Cabe señalar que suelen ser especialmente numerosos en países que se encuentran atravesando momentos de crisis, ya que una importante porción de sus habitantes busca trasladarse a otro país en busca de una mejor calidad de vida. En la actualidad, la globalización es un fenómeno social que facilita la inmigración, gracias al desarrollo de los medios de transporte y la liberalización de las fronteras.
La inmigración, de todas formas, suele ser criticada por ciertos sectores sociales del país de acogida. Hay quienes encuentran en los inmigrantes a los responsables de los problemas económicos y sociales, aunque las estadísticas muestran que estas personas aportan, con su trabajo y contribuciones, más recursos que los que consumen. Esto no impide, sin embargo, que muchos inmigrantes sufran la discriminación.
La discriminación
El desprecio a los inmigrantes representa un problema muy grave y que suele pasar desapercibido, dado que en muchos países es parte de la herencia cultural que sobrevive generación a generación. Se trata de un fenómeno muy particular y selectivo: no recibe el mismo grado de discriminación un portero que un médico, aunque ambos provengan del mismo país extranjero. Esto no quiere decir, por otro lado, que llegado «el momento de la verdad» el segundo sea considerado como un par de cualquier individuo de su nueva tierra, sin importar la clase social o el nivel intelectual.
Sobra decir que esto no ocurre siempre, sino que se da en personas con una profunda pobreza cultural, sin las herramientas necesarias para analizar la realidad por ellas mismas y sacar sus propias conclusiones. Sin embargo, cuando se habla de desprecio, resulta siempre interesante observar las reacciones de las personas aparentemente tolerantes en momentos de ira; es durante un ataque de furia que los seres humanos dejamos salir esas ideas que procuramos ocultar en el fondo de nuestra mente.
Independientemente de cuán genuinos creamos que son nuestros sentimientos, luchamos constantemente contra ideas que se encuentran arraigadas en lo más profundo de nuestro ser; nuestras raíces suelen estar colmadas de principios con los que no estamos de acuerdo, pero que continúan con nosotros durante el resto de nuestra vida, como un par de zapatos viejos que no nos atrevemos a desechar, pero que de ninguna manera usaríamos. En ese rincón oscuro se encuentra el odio que aseguramos no sentir y, en medio de una discusión fuerte, puede exteriorizarse y causar una honda desilusión y un daño irreparable en alguien que confíe en nosotros.
Por otro lado, la inmigración ha sido responsable del enriquecimiento de diversas naciones a lo largo de la historia. Al día de hoy, este fenómeno se extiende a todo el mundo, gracias a los avances en la comunicación, que nos permiten aprender de las experiencias de los valientes individuos que dejan atrás su país, sus costumbres, a sus amigos y familiares para comenzar de nuevo.