Una jaula es una estructura desarrollada con barrotes o rejas que suele destinarse al encierro de animales. El término procede del francés antiguo jaole.
De acuerdo al tipo de especie, las jaulas tienen diferentes características. Por lo general se fabrican con materiales resistentes para que el ejemplar quede cautivo y no pueda escaparse.
Hay jaulas para los animales domésticos que las personas pueden tener en sus casas como mascotas. Las jaulas para pájaros, por ejemplo, suelen contar con bebedero y comedero y disponer de palos para que el ave pueda posarse. Las jaulas para conejos, en tanto, en ocasiones incluyen termómetros para controlar la temperatura, mientras que las jaulas para hámsteres presentan toboganes, escaleras y norias para que el roedor pueda entretenerse.
En las tiendas de mascotas, muchas veces se encierra a los perros en jaulas. Estos animales, cuando están a la venta, permanecen recluidos allí hasta que algún individuo los compra y se los lleva a su casa.
Las jaulas también eran frecuentes en los zoológicos, incluso para encerrar a animales de gran tamaño como leones, gorilas y hasta elefantes. Con el paso de los años, creció la concienciación respecto al daño que se les causa a estos seres vivos al estar confinados y por eso muchos centros comenzaron a recurrir a otro tipo de regímenes para proseguir con el cautiverio e incluso se impulsó su liberación.
En el caso de las personas, se las confina en calabozos o celdas cuando son privadas de su libertad en un cárcel o prisión. Estos espacios tienen características similares a las jaulas que se usan con los animales.
Cuando pensamos en una cárcel, no nos cuesta sentir un profundo rechazo, porque el encierro forzado nos parece una forma de vivir muy cruel, nos ahoga la mera idea de no poder movernos por el mundo con libertad. Sin embargo, al mismo tiempo muchas personas aprueban el uso de jaulas para confinar a los animales. ¿Cómo se explica que tanta gente encierre a los pájaros, a los gatos o a los perros, sin dejar de lado las prácticas de los zoológicos, los parques acuáticos y, por supuesto, las granjas?
La imagen de jaula es una de las tantas que demuestran las grandes contradicciones que aún debemos corregir si deseamos llevar una vida armoniosa con el resto de las especies. No es muy diferente a lo que nos provoca el concepto de «arma de fuego»: si imaginamos a una persona matando a otra, nos tiemblan todos los músculos del cuerpo; cuando la víctima es un animal, en cambio, lo consideramos normal o necesario. Leemos en los periódicos que los lobos generan problemas a los granjeros y que la medida cautelar es acabar con decenas de manadas a sangre fría, y muchos lo aceptan como un mal necesario; si se tratara de seres humanos, nos invadiría el horror.
¿Qué le ha ocurrido a nuestra especie a lo largo de los siglos para llegar a pensar que tenemos más derechos que las demás, que somos la única que piensa, que siente? ¿Por qué seguimos creyendo que debemos comer carne si no tenemos las armas naturales para matar a otro animal y desgarrarlo? El uso de jaulas y armas demuestra nuestra inferioridad física frente a las otras especies, para no hablar de cobardía.
La naturaleza no permite que un ratón mate a un águila, ni que le impida volar, pero el ratón lleva la vida que le corresponde y no por eso es infeliz. En este cuadro, nosotros somos un ratón que no soportó estas diferencias y creó herramientas artificiales para saltarse las reglas, y con cada «avance» nos olvidamos un poco más de nuestra verdadera esencia.