El lenguaje inclusivo es un modo de expresión que evita las definiciones de género o sexo, abarcando a mujeres, varones, personas transgénero e individuos no binarios por igual. Se trata de una noción que comenzó a popularizarse en los últimos años.
Cabe destacar que la idea de lenguaje puede emplearse con referencia a la facultad de expresión que tiene el ser humano; a una manera de expresarse; o a la lengua entendida como un sistema de signos que sirve para comunicarse. Inclusivo, por otro lado, es un adjetivo que califica a aquello que incluye o que permite incluir.
Reconocimiento de la diversidad
Hay quienes consideran que el lenguaje convencional, cuyas reglas en nuestro idioma son establecidas por la Real Academia Española (RAE), resulta machista. Por eso proponen apelar a un lenguaje inclusivo que tenga en cuenta a toda la diversidad humana, incluyendo a quienes no se identifican con ninguno de los dos géneros vinculados a la biología (mujer / hombre).
En el lenguaje habitual, para saludar a las personas que se encuentran en un recinto alcanza con decir «Buenos días a todos», por ejemplo. Las normas del castellano contemplan en el término masculino «todos» también a quienes no son hombres. Algunos, sin embargo, prefieren recurrir a la expresión «Buenos días a todos y a todas» para especificar que el saludo también va dirigido a las mujeres. Pero el lenguaje inclusivo va un paso más allá y propone reemplazar la marca de género por una letra E o una X: «Buenos días a todes» o «Buenos días a todxs».
Impulsores y detractores del lenguaje inclusivo
Mientras que el feminismo y otros movimientos sociales impulsan la implementación del lenguaje inclusivo, algunos intelectuales ya han expresado su oposición o sus dudas. El español Arturo Pérez-Reverte, el canadiense Steven Pinker y el argentino Alan Pauls, entre otros, mostraron sus reservas respecto al uso de la E o de la X para borrar las diferencias de género.
Tanto los detractores como los promotores del cambio lingüístico tienen sus razones, y no tienen miedo de exponerlas en extensos artículos de opinión, en entrevistas e incluso en libros enteramente dedicados a este tema. Uno de los argumentos que presentan quienes están a favor de modificar la lengua es que ésta se encuentra en constante evolución, que nadie nos ha dicho «hasta aquí hemos llegado» y que la adopción de términos inclusivos sería tan sólo uno de muchos cambios que han ocurrido y ocurrirán por la propia naturaleza de la comunicación.
Hay, en definitiva, un activismo lingüístico a favor y en contra de este modo de expresión que ya sea en el habla cotidiana, medios de comunicación, blogs y plataformas. Existen autores y autoras comprometidos con una comunicación no sexista y que reclaman conciencia social para una creación colectiva de lenguaje que incluya a la totalidad de los seres humanos; otros intelectuales, en cambio, creen que estas controversias lingüísticas no tienen sentido.
Evitar la discriminación, sobre todo en discursos públicos, es el objetivo de quienes reclaman empatía lingüística. Para ellos, mujeres, sujetos transgénero y personas no binarias pueden lograr un empoderamiento a través del lenguaje haciendo uso de terminología inclusiva.
Presente y futuro
¿Por qué temerle a un fenómeno que puede mejorar la vida de tantas personas? El lenguaje inclusivo es un objetivo ideal, una utopía, pero podemos alcanzarlo si abrimos nuestras mentes y nos ponemos en el lugar de quienes sufren su ausencia. Pensemos en el siguiente ejemplo para entender cuán impreciso puede llegar a ser el español: si hay un millón de mujeres y queremos hacer referencia al grupo completo decimos «todas»; sin embargo, si hay novecientas noventa y nueve mil novecientas noventa y nueve mujeres y tan sólo un hombre, estamos obligados a decir «todos». Sólo por un hombre, volvemos masculino al grupo entero.
Dado que la lengua no es perfecta sino perfectible (o sea, capaz de ser perfeccionada), adoptar la palabra «todes» para referirnos a un grupo mixto no es aceptar una derrota, no implica decepcionarnos de un ser que creíamos impoluto, sino retocar uno de los tantos defectos de una creación humana, así como lo hacemos con las viviendas, los muebles y los aparatos electrónicos.
Sabemos que en otros idiomas no existen estos problemas, que las personas de cualquier sexo y género se sienten incluidas en situaciones similares, y esto debería servirnos de ejemplo para intentar mejorar el nuestro hasta conseguir el mismo nivel de comodidad en todos nuestros hablantes.
Ejemplos de lenguaje inclusivo
A modo de cierre del artículo, resulta útil repasar algunos ejemplos de lenguaje inclusivo.
Tomemos el caso de una docente que apuesta por la despatriarcalización del lenguaje. Independientemente de lo que indique la academia de la lengua, intenta evitar el sesgo de género en clase. Así, para pedir silencio en el salón, indica: «Todes hagan silencio que así no puedo explicar». A su vez, cuando pide a los estudiantes que le entreguen un trabajo práctico, señala: «Les alumnes que todavía no me entregaron su trabajo, por favor háganlo ahora».
Otros ejemplos los encontramos en el periodismo inclusivo. El presentador de un noticiero, de este modo, puede anunciar: «Descarrilló el Tren del Norte y hubo ocho herides, ningune de gravedad. Por precaución, todes fueron trasladades al hospital municipal».