Con origen en el vocablo latino locatarius, el término locatario se emplea como sinónimo de arrendatario. El concepto alude a quien toma algo en arrendamiento o alquiler.
Arrendar y alquilar son verbos que hacen referencia a adquirir o ceder el aprovechamiento de algo de manera temporal a cambio de un pago. Estas operaciones suelen concretarse mediante la firma de un contrato que fija las condiciones.
Tomemos el caso de un inmueble que está alquilado. El dueño de la propiedad es el locador, mientras que la persona que la alquila es el locatario. Esto quiere decir que, para habitar la casa en cuestión, el locatario le paga una cierta suma mensual (el alquiler) al locador.
El dinero, en este vínculo, lo entrega el locatario al locador. En contrapartida, el locador le concede el uso de la vivienda (la cosa alquilada) al locatario. Los derechos y las obligaciones de cada una de las partes se establecen mediante un contrato, que a su vez se enmarca en la legislación vigente.
Supongamos que el contrato que firman el locatario y el locador indica que el pago del alquiler debe realizarse del 1 al 10 del mes en curso. Si, llegado el día 15, el locatario aún no le ha entregado la suma acordada al locador, se encuentra en falta debido a que incumplió con una de las cláusulas del contrato. El locador, en este marco, está habilitado a tomar las medidas que la ley disponga para este tipo de casos. Si el locatario persiste en el incumplimiento y acumula más deudas, incluso puede llegar a ser desalojado de la propiedad.
Como sucede con cualquier relación de tipo legal, las normas vigentes establecen todos los aspectos que caracterizan un contrato de alquiler, y entre ellos se encuentran los derechos y las obligaciones de cada una de sus partes. Es importante entender que no puede darse ningún paso de manera improvisada, sino que todo debe responder a las reglas establecidas por el gobierno.
Tal y como se menciona más arriba, la primera obligación del locatario es pagar por el uso o el goce del inmueble que el locador le concede. Este pago debe realizarse respetando el plazo establecido en el contrato, así como la forma que hayan acordado con el locador: por ejemplo, un depósito directamente en su cuenta bancaria o en efectivo.
Otra de las obligaciones del locatario es permanecer en la vividenda solamente a lo largo del tiempo que indica el contrato, y abandonarlo cuando éste se venza. Si desea mudarse, entonces debe también hacer caso de las condiciones que haya pactado con el locador con respecto a la antelación con la que debe avisarle de su partida.
Mantener el inmueble en buen estado es una de las obligaciones más importantes del locatario: debe usarlo como si fuera una propiedad suya, procurando su higiene y la integridad de cada uno de sus elementos, desde la pintura hasta las cerraduras. No debe maltratarlo ni permitir que otros lo hagan.
Para hacer frente a un potencial desgaste excesivo o abuso del inmueble por parte del locatario, el locador tiene derecho a cobrar un monto de dinero que se conoce con el nombre de depósito. Si cuando llega el día de finalizar el contrato, el inmueble se encuentra deteriorado más allá del desgaste natural por el tiempo transcurrido, el locador puede quedarse con parte de este dinero o bien con la suma completa para hacer frente a los gastos de reparación.
Durante el periodo de alquiler, el locatario debe invertir dinero y tiempo en realizar cualquier arreglo menor que crea necesario para mantener el inmueble en condiciones, y esto incluye la pintura de las paredes y la reposición de azulejos.