Movilidad sostenible es un concepto referente al tipo de desplazamiento que permite la satisfacción de las necesidades de traslado sin atentar contra el medio ambiente. La noción puede aplicarse tanto al transporte público como al particular.
Cabe destacar que, de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española (RAE), la idea de movilidad alude a lo movible: que tiene la capacidad de moverse por sí mismo o puede lograr movimiento gracias a un impulso ajeno. Lo sostenible, en tanto, es aquello que puede conservarse durante un periodo extenso sin que se agoten los recursos ni se produzca un daño ecológico.
Qué es la movilidad sostenible
La movilidad sostenible abarca diversos procedimientos, infraestructuras, dispositivos y técnicas que hacen posible el transporte de personas y objetos con un impacto ambiental nulo o reducido y minimizando los problemas sociales derivados del movimiento. Se trata de una cuestión que suele ser contemplada en las políticas gubernamentales.
Cuando se impulsa la movilidad sostenible, se busca instaurar un modelo de transporte que no perjudique la salud pública (cuidando la calidad del aire, por ejemplo); contribuya a la seguridad vial; aporte a la integración social y al desarrollo del comercio local; y mejore la calidad de vida de los ciudadanos en general.
La planificación urbanística
La planificación urbanística es clave para fomentar la movilidad sostenible. Las autoridades deben instaurar las condiciones necesarias para que puedan aplicarse medidas tendientes a lograr esta clase de desplazamientos.
El transporte público, en este marco, debe ser eficiente para que cada vez más personas lo elijan y obtengan una experiencia satisfactoria. El Estado tiene que desarrollar redes de transporte integradas que ayuden a llegar a todos los puntos del territorio.
Dado que caminar es una actividad que no contamina ni cuesta dinero, pensar en un diseño urbano centrado en el peatón resulta muy importante. Los peatones deben contar con prioridad en la vía pública y se tiene que garantizar su protección.
Asimismo, se puede fomentar el uso de bicicletas como parte de un plan de movilidad sostenible. Las ciclovías o bicisendas son necesarias para que los ciclistas se desplacen con seguridad.
Aplicar impuestos sobre la gasolina o nafta y normativas de emisiones para achicar la huella de carbono también es relevante, así como la puesta en marcha de un diseño vial que contribuya a una reducción de la congestión (y, por consiguiente, de las emisiones de gases de efecto invernadero de los vehículos que usan combustibles fósiles).
No se pueden dejar de lado otras acciones que aportan, de manera indirecta, a la movilidad sostenible. Si se promueve el teletrabajo, por mencionar una posibilidad, se reducen los viajes a la oficina, acotando la cantidad de automóviles en las calles.
La movilidad sostenible y la electrificación
La electrificación es una de las vías más elegidas para avanzar hacia la movilidad sostenible. Esto se debe a que la utilización de vehículos eléctricos reduce las emisiones contaminantes.
En el transporte público, por lo tanto, conviene privilegiar el uso de trenes eléctricos y autobuses eléctricos. Las ciudades inteligentes, por otro lado, requieren de una infraestructura de transporte sostenible con estaciones de carga de vehículos eléctricos para los hombres y las mujeres que se desplazan en coches híbridos, bicicletas eléctricas o monopatines eléctricos, por ejemplo.
Otra alternativa es impulsar combustibles alternativos como el biofuel o biocombustible, aunque los expertos advierten sobre algunas desventajas de estos productos (entre ellas, la pérdida de cultivos que se destinaban a la alimentación).
El carpooling y el carsharing
El carpooling se basa en compartir el automóvil. De esta manera, varios individuos que tienen que dirigirse hacia un mismo lugar utilizan un solo vehículo, a diferencia de lo que ocurre cuando cada uno va en su propio coche.
El carpooling reduce las emisiones contaminantes y la congestión vehicular. Numerosas compañías promueven esta práctica entre sus empleados ya que también ayuda a afianzar las relaciones sociales.
El carsharing es otra opción. En este caso, se alquilan automóviles durante un tiempo reducido, generalmente para cubrir viajes de corta distancia.
Movilidad sostenible con bicicletas compartidas
Como ya indicamos, la bicicleta es un vehículo que ayuda a la movilidad sostenible: además de no contaminar, es buena para la salud. Los gobernantes, pues, tienen que construir infraestructura para bicicletas (ciclovías, áreas de estacionamiento) para incentivar su uso.
En este contexto, surgen los sistemas de bicicletas compartidas, cuya gestión suele ser pública. El Estado pone a disposición de los ciudadanos bicicletas en diferentes puntos, que pueden utilizarse sin cargo. El usuario recoge la bicicleta de una estación y puede dejarla en otra, con lo cual solo tiene posesión del vehículo en el trayecto.
Las bicicletas compartidas surgieron en la década de 1960 en Ámsterdam (Países Bajos). Hoy pueden encontrarse en las principales ciudades del mundo. Por lo general, las estaciones tienen un funcionamiento automático: la persona procede a su identificación con un código o tarjeta y así logra liberar una bicicleta, que puede usar por una determinada cantidad de tiempo y luego está obligada a devolverla en algún punto de la red.