La niebla es una nube que se encuentra cerca de la superficie y que, por la concentración de las gotas que la componen, obstaculiza la visión normal. Cuando la niebla está muy baja y su espesor es reducido, se la denomina neblina.
Puede decirse, por lo tanto, que la neblina es un meteoro: es decir, un fenómeno atmosférico. Más precisamente se trata de un hidrometeoro, ya que se genera por el agua (en este caso, las gotas que forman las nubes).
La neblina aparece cuando, en la atmósfera, hay gotas en suspensión de hasta unos doscientos micrómetros. Esto hace que la visibilidad en sentido horizontal se reduzca a un kilómetro o un poco más.
Diferencias entre la niebla y la neblina
La diferencia entre la niebla y la neblina está dada por la intensidad de las partículas y, por lo tanto, por el nivel de visibilidad. Cuando el meteoro permite una visión de no más de un kilómetro, se lo define como niebla. En cambio, si es posible ver más de un kilómetro horizontalmente, se trata de neblina.
Por su concentración de partículas, la neblina no impide el paso de los rayos del sol, que se siguen viendo. La niebla, por el contrario, oculta los rayos debido a su elevada densidad de partículas.
Sus consecuencias
Es importante tener en cuenta que tanto la neblina como la niebla generan diversos inconvenientes, sobre todo la niebla por reducir más la visibilidad. Al registrarse estos fenómenos, resulta imprescindible conducir con máxima precaución, a baja velocidad y con las luces encendidas para minimizar el riesgo de accidente, por ejemplo.
La neblina afecta las actividades cotidianas, pero en especial el uso de vehículos y por eso existen diversos consejos que conviene seguir para reducir al mínimo la probabilidad de accidentes en la vía pública. Uno de los peores aspectos de este fenómeno meteorológico es que nos puede tomar por sorpresa, en especial si no estamos atentos al pronóstico del tiempo. Si a esto le sumamos la necesidad de llegar temprano al trabajo, por ejemplo, las prisas pueden derivar en una desgracia.
En un paisaje urbano, la neblina tiende a ocultar los picos de las catedrales y los pisos más altos de los edificios, colma los espacios verdes de bruma y vuelve especialmente difícil ver los coches en la carretera. Una de las herramientas que tenemos a mano al conducir es la luz antiniebla, que se proyecta más cerca del suelo, por debajo del banco que forma la neblina. Este haz de luz es plano, para que produzca un grado mínimo de reflexión, y ancho, para iluminar las partes de la calzada con mayor eficacia.
Precauciones ante la neblina
Si nuestro vehículo no cuenta con luces antiniebla, podemos usar las luces bajas en su lugar. Su eficacia no es la misma, ya que no fueron pensadas para solventar todos los problemas que ocasiona la neblina en la carretera, pero es siempre superior a la que ofrecen las luces altas, cuyo uso se prohíbe durante los días de menor visibilidad. El cambio entre unas y otras podemos hacerlo gradualmente, probando sus efectos si creemos que el tiempo ha mejorado.
Como se menciona en un párrafo anterior, una de las peores decisiones que podemos tomar un día de neblina es permitir que las prisas nos dominen. Por eso, independientemente de nuestros compromisos, debemos reducir la velocidad de acuerdo con la normativa y con nuestro sentido común. El riesgo que acarrea conducir rápidamente un día de neblina o niebla es una colisión con otro coche o con un elemento que detectemos cuando esté demasiado cerca de nosotros.
Para aumentar la visibilidad también se recomienda usar el desempañador del coche. Claro que esto puede convertirse en un motivo de distracción, por lo cual debemos regular su velocidad y su frecuencia según sea necesario.