Nebulización es el acto y el resultado de nebulizar: hacer que un líquido se convierta en una especie de nube de partículas muy pequeñas. Se trata de una práctica médica habitual para el tratamiento de problemas respiratorios.
En el marco de la medicina, la nebulización consiste en suministrar una sustancia terapéutica o un fármaco en combinación con una solución salina u otro medio líquido. Gracias al uso de oxígeno o de otro gas, se crea un vapor que el paciente debe inhalar.
Suele recurrirse a la nebulización en el caso de los niños que padecen una enfermedad respiratoria. Así se simplifica el suministro de medicamentos y la propia acción de nebulización contribuye a que las secreciones nasales se vuelvan más líquidas y puedan eliminarse con mayor facilidad.
Si bien cada persona puede tener una relación diferente con este método de suministro de sustancias líquidas, por lo general los niños disfrutan de la nebulización porque los relaja, en parte por el ruido que emite el aparato cuando se encuentra en funcionamiento. Además, si los mayores consiguen que no asocien el proceso con un tratamiento médico puede resultar incluso divertido, aunque de fondo existan motivos graves para su utilización.
La nebulización también es un recurso importante cuando el enfermo no puede utilizar otro sistema de inhalación por motivos psíquicos o físicos; cuando se debe proporcionar una dosis elevada de un fármaco por vía broncopulmonar; o cuando el fármaco en cuestión no se encuentra disponible en otro formato más que el líquido.
Al dispositivo que se utiliza para realizar una nebulización se lo denomina nebulizador. Esta máquina tiene un compresor, una cámara de vaporización, una cámara de dosificación, un tubo y una pipeta o mascarilla de inhalación.
El aire ingresa al nebulizador a través de una abertura que dispone de un filtro para impedir el paso de polvo, pelusas y otras partículas. Tras recorrer la cámara de compresión, el aire ya comprimido es enviado mediante un tubo a la cámara de dosificación, donde la sustancia terapéutica se agita para generar las gotas. Dichas gotas luego son arrastradas hacia la mascarilla, que el paciente debe colocarse en las vías respiratorias para la inhalación.
Antes de la invención del motor eléctrico ya existían ciertos métodos de suministro de fármacos por medio de la inhalacion. Por ejemplo, hace más de cuatro milenios, en Egipto, India y China se usaban los vahos de ciertas plantas para tratar los problemas respiratorios. El proceso consistía en preparar una mezcla de hierbas y calentarla sobre una piedra. Uno de los efectos que perseguían mediante esta práctica era la relajación de la musculatura de los bronquios.
Ya en la segunda mitad del siglo XIX, los balnearios marcaron el comienzo de la terapia inhalatoria tal y como la conocemos hoy en día, ya que entonces surgieron las nebulizaciones. En el año 1849, por ejemplo, el médico Auphan construyó en Euzet-les-Bains, Francia, una sala en la que los pacientes podían recibir tratamientos con vapor gracias a un mecanismo que provocaba la colisión de una columna de agua contra un muro para producir un aerosol.
Dos décadas antes, los científicos Schneider y Waltz habían creado el hidroconion, un pulverizador capaz de reducir una sustancia líquida a una lluvia similar a la que produce un nebulizador. En varios sanatorios suizos, el hidroconion se usó para ayudar a respirar a los pacientes de tuberculosis; para ello juntaban el agua en el mar Mediterráneo.
En 1856, un médico francés llamado Sales-Girons mejoró el hidroconion en un intento de crear un inhalador portátil para usarlo en el balneario de Perrefonds-les-Bains, donde preparó una sala con agua mineral vaporizada para los tratamientos de nebulización.