Una norma social es toda pauta o disposición que se establece y acepta a nivel comunitario para guiar, dirigir o marcar la conducta de cada integrante de la ciudadanía.
Estas reglas tienen su base en el respeto y en la educación. Invitan a adecuarse a un contexto social cumpliendo ciertas tradiciones, costumbres y demostrando determinados valores culturales, códigos y buenos modales. Constituyen un modelo a seguir dentro de un grupo para lograr un óptimo nivel de socialización y saber identificar tanto a las relaciones de poder como a los roles sociales que hay en una población.
La idea es tratar siempre de conocer las normas sociales de cada pueblo y adaptarse a ellas voluntariamente ya sea por mandato cultural o buen gusto, sabiendo que ignorarlas o no cumplirlas no se considera un delito ni se sanciona formalmente pero sí puede ser motivo de rechazos, marginación, ofensas e incomodidades sociales.
Aplicaciones de una norma social
Las aplicaciones de una norma social abarcan desde gestos cotidianos de solidaridad, empatía y respeto hasta un modo de actuar, de comportarse y de vestir muy concreto en situaciones regidas por la etiqueta y el protocolo.
Una costumbre o tradición también se acompañan de normas sociales. En Argentina, por describir una realidad que ayuda a comprender cómo y qué es una convención social, muchísima gente toma mate y casi por defecto lo comparte en comunidad, aunque aquellos que lo convidan y los individuos que lo aceptan no se conozcan entre sí. Esta norma social, en tiempos de pandemia, estuvo desaconsejada para prevenir contagios de COVID-19 al utilizar una misma bombilla: desde entonces, más de uno opta por utilizar un equipo propio de mate pero no ha abandonado el ritual ni los códigos que rodean a esta infusión. Hay una especie de arte y un lenguaje que se enlaza a esta bebida que hay que cebar utilizando una técnica precisa y ofrecer como gesto de cordialidad y camaradería.
Una convención social, un acuerdo informal e implícito, funciona como regla de conducta a fin de regular el proceder humano en circunstancias particulares.
También una norma de cortesía es un comportamiento esperado dentro de una sociedad cuyos miembros saben que, al llegar a un sitio (independientemente de si se conoce, o no, a los presentes), saludar es una muestra de buena educación y amabilidad. La puntualidad, es decir, llegar a tiempo y no hacer esperar a nadie, en tanto, es una norma de respeto que demuestra cuidado y consideración hacia los demás.
Lenguaje y comunicación
En el lenguaje y en la comunicación también hay influencia y criterios de convenciones sociales. En este marco adquieren relevancia las normas lingüísticas que marcan lo deseable o esperable en el uso de una lengua.
No interrumpir a quien se encuentra hablando, escuchar, poner en práctica la cortesía verbal, comportarse educadamente tanto desde la comunicación no verbal (sabiendo qué gestos y expresiones son necesarios y oportunos y cuáles deben omitirse) como desde la comunicación verbal (con lenguaje apropiado desplegado en tiempo y forma) son signos sociales que reflejan corrección, civismo y atención.
Norma social y cultura
Hay un lazo estrecho entre una norma social y la cultura de cada pueblo. Creencias, valores, tradiciones y estilos de vida propios de una sociedad influyen en el pensamiento, la conducta y las acciones de sus integrantes. Así, las normas culturales influyen en el surgimiento de estereotipos que terminan alimentando prejuicios que, muchas veces, derivan en actos de discriminación.
El arte, la literatura, la música y el cine, por ejemplo, pueden ser espejos de cómo es y de qué modo piensa una comunidad. A la vez, ellos, los medios de comunicación y las redes sociales pueden ser vías de presión y de enorme influencia para bien o para mal, según sea el contenido divulgado y de qué manera se recepcione.
Las normas sociales tienen poder, asimismo, sobre la moda, las tendencias y el estilo personal que cada sujeto adopta. Los códigos o las normas de vestimenta simbolizan creencias, culturas, adhesiones políticas, etc. En función de las prendas elegidas, por ejemplo, es posible demostrar a simple vista qué religión se profesa o a qué partido político se apoya, acentuar la identidad de género y el estatus social, dar indicios del estado civil o de la ocupación laboral, etc.
Para que en el mundo se viva cada vez mejor, los esfuerzos diarios, tanto individuales como colectivos, tendrían que estar enfocados en la integración social y en sembrar valores positivos de cuidado, respeto, tolerancia y libertad. Desde la política, en tanto, es esencial que se trabaje con responsabilidad, compromiso y eficiencia para darle batalla a la desigualdad social que pone en jaque, a escala internacional, el bienestar social. Hay mucho por hacer en materia de inclusión, derechos humanos, acceso a recursos, salud, trabajo, justicia y vivienda, entre otros asuntos.
El combo de construcciones o normas sociales muy arraigadas que desencadenan episodios violentos de xenofobia, homofobia y racismo, ausencia de soluciones por parte de un Gobierno ante un reclamo social y necesidades personales nacidas desde la convicción y la voluntad de transformar la realidad hace que el activismo se instituya como un motor vital e indispensable para evolucionar, actualizar miradas, obtener respuestas favorables y abrazar causas justas.