Un ópalo es un mineral que presenta moléculas de agua en su estructura. A los reflejos que emite cuando es alcanzado por la luz se los denomina opalescencia.
La opalescencia, por lo tanto, es una cualidad de los ópalos y de otros elementos que tienen características similares. El juego de color que se aprecia depende de la perspectiva del observador.
Los ópalos disponen de diversas capas, generadas por las partículas microscópicas que los componen. Estas partículas provocan la dispersión de los rayos lumínicos y dan lugar a la opalescencia.
Debido a la manera en que reflectan la luz, los ópalos hacen que los rayos se vean como los colores del arco iris. Dicho fenómeno lleva a que la opalescencia sea una propiedad muy apreciada por sus resultados estéticos: por eso los ópalos se emplean con frecuencia en el ámbito de la joyería.
Puede decirse que la opalescencia es un efecto óptico. Además del ópalo, otros minerales que la provocan son la calcedonia y el cuarzo lechoso. La labradorita (un mineral que también se denomina espectrolita) se asocia a la opalescencia, aunque más bien presenta iridiscencia, o sea que el tono de la luz que la alcanza varía según el ángulo del rayo.
La idea de opalescencia también aparece en el ámbito de la odontología. Así se llama a una de las propiedades características del esmalte de los dientes, que es una estructura translúcida.
Por la opalescencia, el esmalte dentario aparenta tener distintas coloraciones según la dirección de los rayos de luz. La iluminación directa hacia los cristales de hidroxiapatita del esmalte genera la aparición del fenómeno.
Con el objetivo de conservar la apariencia natural de los dientes, las restauraciones odontológicas suelen realizarse con resinas que presentan un cierto grado de opalescencia. La intención es que la luz cree un efecto similar al que causa en los dientes sanos.
Es importante mencionar que la opalescencia se enmarca en el dicroísmo, la propiedad que tienen ciertos materiales de dividir un rayo de luz de varios colores en otros rayos, cada uno de un solo color y con diferentes longitudes de onda. Este concepto da lugar a la fabricación del vidrio dicroico, por ejemplo, que se usa en aparatos tales como cámaras de vídeo para dividir la imagen captada en los tres colores primarios de la luz (rojo, verde y azul) para su posterior procesamiento en los dispositivos de carga acoplada.
Los sistemas en los que podemos apreciar la opalescencia tienen un nivel de opacidad escaso pero uno de dispersión muy alto. Los sistemas dispersos (también conocidos con el nombre de dispersiones) son mezclas de dos sustancias o más que tienen lugar al distribuirse una de ellas en el seno de las demás. En ellos es posible apreciar la fase dispersa y la dispersante.
En los materiales que presentan opalescencia también se pueden ver la irisación, un fenómeno propio de la óptica meteorológica que consiste en la aparición de colores en las nubes. Estos pueden verse en aparente desorden o bien en los bordes de las nubes, y los más comunes son el rojo y el verde.
Como se menciona anteriormente, la opalescencia no es un fenómeno binario sino que puede darse en diferentes grados, que va desde uno muy ligero hasta uno muy acentuado. A mayor número de partículas y cuanto más grandes sean, más grande y menos precisa será también la dispersión que de ellas surge. La falta de precisión puede explicarse como un aspecto nebuloso.
La opalescencia puede resultar en que un material transparente deje de serlo luego de una dispersión muy fuerte, que afecte al total de la luz que pasa a través de él.