El verbo poner tiene múltiples significados. En este caso nos interesa su acepción como disponer algo. Común, en tanto, puede referirse a lo que es sabido por muchos o a aquello que se extiende a numerosos individuos.
A partir de estas ideas resulta sencillo comprender a qué alude la noción de puesta en común. El concepto se utiliza para nombrar a lo que hace una persona o un grupo al exponer sus pensamientos sobre un cierto asunto con el objetivo de darlos a conocer y, por lo general, recibir algún tipo de devolución.
En el ámbito de la educación, por ejemplo, la puesta en común es habitual en las clases. Supongamos que un profesor de una escuela secundaria les pide a sus alumnos que se dividan en grupos de cuatro integrantes para analizar una determinada problemática social. El docente además les indica que deben diseñar una posible solución a dicho problema. Luego de varios minutos, llega el momento de la puesta en común: un integrante de cada grupo tiene que compartir con el resto de la clase las conclusiones a las cuales llegaron a partir del debate. Esa puesta en común permite que todos tengan conocimiento sobre lo trabajado.
Tomemos ahora el caso de una empresa. El dueño les solicita a varios ejecutivos que piensen cómo aumentar las ventas en un contexto de crisis. Dos días después, convoca a una reunión para la puesta en común de los proyectos. Así, quienes ocupan cargos jerárquicos tendrán la posibilidad de elegir la iniciativa que consideren más apropiada.
En cualquier caso, la puesta en común debe seguir ciertas reglas para ofrecer resultados efectivos. A continuación citaremos algunos consejos para todos aquellos que necesiten expresar sus ideas de forma óptima:
* orden: tener muchos datos interesantes para compartir con un grupo de gente es una buena noticia para todos, pero si lo hacemos de forma desordenada es probable que la puesta en común no sea tan beneficiosa. La ansiedad de pasar al siguiente tema puede ser muy fuerte, pero debemos asegurarnos de concluir cada uno para evitar las confusiones;
* concisión: esto se complementa con el orden, porque nos ayuda a enfocarnos en los aspectos más importantes de cada idea que deseamos exponer. No basta con ordenarlas sino que debemos definirlas en la menor cantidad posible de palabras para que nuestros receptores puedan retener los conceptos sin necesidad de invertir grandes cantidades de energía;
* objetividad: en todos los casos no es obligatorio prescindir de la subjetividad, ya que para abordar ciertos temas puede ser útil. Sin embargo, si estamos tratando conceptos científicos o de algún campo exacto es importante mantener una actitud informativa, enfocada en los datos precisos y no en nuestra apreciación de los mismos;
* agilidad: podemos tener en cuenta los puntos anteriores pero a pesar de ello ofrecer una exposición aburrida o demasiado lenta. Por eso, no basta con cuidar la extensión, sino también el ritmo de la puesta en común, y para eso debemos estar muy atentos a la reacción del público en cada momento.
Los consejos recién expuestos pueden dividirse en tres grupos principales, según el aspecto con el que se relacionen: el contenido, el interlocutor y el público. Se trata de los pilares de la puesta en común; los tres deben atenderse con el mismo grado de cuidado para que el resultado sea el mejor posible. A lo largo de la preparación, debemos centrarnos en todos los aspectos del contenido, para asegurarnos que cumpla con los consejos antes expuestos en cuanto a su orden y extensión, entre otros. Luego llega el momento de exponerlos, y es entonces que nuestra actitud y la percepción del público se vuelven vitales.