La pupila es el círculo negro que, ubicado en el medio del iris, posibilita el ingreso de la luz. Esta abertura, que puede contraerse o dilatarse de acuerdo a las necesidades, se encarga de la regulación del nivel lumínico que accede a la retina.
Lo habitual es que la pupila tenga entre tres y nueve milímetros de diámetro, de acuerdo a la persona y a la situación. Cuando el sujeto se encuentra en un ambiente oscuro, la pupila se ensancha en un intento por absorber más luz.
Estos cambios de tamaño son posibles gracias a dos músculos que, inervados según el caso por nervios simpáticos o parasimpáticos, impulsan la apertura o el cierre de la pupila.
Contracción y dilatación de la pupila
La contracción de la pupila, que recibe el nombre de miosis, es una respuesta orgánica al incremento de la luminosidad. Esta reducción del tamaño de la pupila, de todos modos, puede provocarse por otros factores, como una enfermedad o el consumo de determinados fármacos. El sistema nervioso parasimpático se encarga de regular la miosis.
Lo opuesto a la miosis es la midriasis, que es la dilatación de la pupila. Regulada por el sistema nervioso simpático, esta respuesta supone una reacción a la oscuridad.
La anisocoria
Se conoce con el nombre de anisocoria a un trastorno caracterizado por la desigualdad en el tamaño de las pupilas. En los casos más leves, la diferencia se encuentra alrededor de 0,5 mm, aunque puede alcanzar el milímetro, y esto le ocurre a 1 de cada 5 personas sin otros problemas de salud prominentes.
Cabe mencionar que la anisocoria puede ser genética (si un bebé nace con esta característica y también puede apreciarse en algún miembro de su familia). Por otro lado, este fenómeno puede tener lugar de manera temporal; siempre que no dure mucho tiempo, no se trata de un problema preocupante. Cuando la anisocoria perdura indefinidamente y supera el milímetro, entonces es necesario realizar pruebas para descartar enfermedades oculares, vasculares, neurológicas o cerebrales.
La belleza de las pupilas
A pesar de que el iris es la parte más característica del ojo, ya que le da su color y su textura, es común usar el término pupila para referirse a éste, una confusión que se puede apreciar en muchos ámbitos, excepto por la medicina. En este sentido, la pupila se considera uno de los aspectos determinantes de la atracción física. En muchas culturas, es común que los ojos claros (azules, celestes o verdes, entre otros posibles colores y combinaciones) sean considerados símbolo de belleza por sobre los oscuros (marrones o negros, aunque, según la opinión y a pesar de la poca exactitud, los ojos color miel pueden entrar en esta categoría).
Dado que el color y la textura de los ojos hacen de esta parte de nuestro cuerpo un rasgo fundamental, la poesía y la música hablan muy seguido de ellos. Desde tiempos inmemoriales, existe un gran número de versos dedicados a las pupilas, exaltando su belleza de todas las formas posibles, comparándolas con ventanas a través de las cuales se ve el universo mismo, el mar o el cielo, o con espejos que nos permiten vernos a nosotros mismos, entre otras tantas posibilidades.
El concepto vinculado a la educación
Pupila, por otra parte, es la versión femenina de pupilo. Este término refiere a los alumnos que reciben alguna comida en el centro educativo o que directamente viven allí y ven a sus familias los fines de semana o cada una determinada cantidad de tiempo, ya sea por las reglas del instituto o por cuestiones personales, como la dificultad para viajar a sus hogares con frecuencia.
«En mi niñez fui pupila de una escuela de monjas» y «Las pupilas del Colegio San Bautista se han quejado públicamente por el trato que reciben sus docentes» son expresiones que reflejan este uso.