La noción de quimera halla su origen en el vocablo de origen latín chimaera que, a su vez, deriva de un término griego que significa «animal fabuloso». En este sentido, se trata de un monstruo que, de acuerdo a la fábula, expulsaba llamas por su boca, su cabeza era la de un león y tenía torso de cabra y cola de dragón.
En el ámbito de la mitología griega, Quimera era un monstruo terrible y considerado invencible, ya que expulsaba fuego por la boca y era enorme. Era hija de Tifón, que a su vez es el hijo menor de Gea, y de Equidna, que simboliza a la víbora en la mitología. Este personaje es representado con una cabeza de león, un busto de cabra y la cola de una serpiente o, en otras ocasiones, con un enorme monstruo de dos cabezas (una de león y la otra de cabra).
La leyenda dice que esta bestia vagaba por las regiones de Asia Menor, generando terror entre la gente y devorando animales, hasta que Belerofonte (el héroe griego que era hijo de Poseidón) le hizo frente y consiguió destruirla con un pedazo de plomo que colocó en la punta de su lanza. Cabe señalar que Quimera fue madre con Ortro de la Esfinge y el León de Nemea.
El quimerismo
En otro plano existe un término que deriva de éste que se llama quimerismo y que describe un desorden del orden genético en el cual dos óvulos que son fecundados por un espermatozoide durante el acto sexual, después de pasadas dos o tres semanas, se unen y forman un ser con doble material genético; pero si lo que ocurre es que estos cigotos se unen y generan cada uno un individuo de diferente sexo, el resultado es una persona seudo-hermafrodita, con un genotipo correspondiente a cada uno de los sexos.
El nuevo ser vivo tendrá doble información genética completa. Es frecuente en esta situación que las células tengan ADN diferente, como si se tratara de dos individuos en un solo cuerpo. Se dice que los individuos quiméricos podrían haber sido en otra circunstancia gemelos dicigóticos o incluso mellizos.
Quimera en la paleontología y en la zoología
En la paleontología, una quimera es un fósil compuesto por partes de individuos de diferentes especies que, al momento de ser descubiertos, los investigadores creyeron que se trataba de restos de sólo una.
Quimera es también el miembro del orden Chimaeriformes, un grupo de peces cartilaginosos que tienen un lejano parentesco con los tiburones, y una revista española mensual de análisis literario que fue fundada en 1980.
El término en la literatura
El término quimera se utiliza también como sinónimo de algo fantasioso o utópico. Por ejemplo: «Juan sueña con cumplir la quimera de recorrer el mundo en bicicleta». Hace referencia a aquello que podría ser considerado una utopía, algo imposible de alcanzar pero que las personas sueñan y creen en que tarde o temprano conseguirán. El sentido de llamar a estos sueños quimeros reside en que son ideas que sólo pueden existir en nuestra imaginación termocefálica (de cabezas calientes, soñadoras).
En lo que respecta a la literatura, el término es reincidente en muchas obras. El poeta Luis Cernuda, por ejemplo, publicó una obra que se tituló «Desolación de la quimera», en la que se podría decir que hace un balance de todo lo escrito y vivido con anterioridad, donde aquellos sueños juveniles parecen perder su esplendor, donde la tristeza se apodera de las fantasías y hace que se desvanezcan lentamente. En esta obra puede que Cernuda se despida de su juventud y abrace con más seguridad la angustia, protagonista de su poesía durante los últimos años.
También en el realismo mágico, la quimera ocupa un lugar importante, siendo el sinónimo perfecto de la esperanza cuando ésta no tiene demasiadas cuestiones en que afirmarse. Es la característica fundamental de ciertos personajes volátiles, soñadores, deseosos de comerse el mundo y convencidos de que van a conseguirlo.
En la poesía clásica también se utiliza el término para hacer referencia a aquellos amores imposibles, mujeres hermosas que nunca podrán conquistarse, vidas increíbles que jamás se harán realidad, etc. Posiblemente en este uso el término pueda estar relacionado con la infancia, con esos sueños que fueron creciendo en la mente de un niño y que llegaron a convertirse casi en obsesiones, y que al llegar a adulto prevalecen, volviéndose los principales protagonistas de su existencia.