Rastro es un término procedente del vocablo rastrum. El concepto, que tiene varios usos, suele usarse para dar nombre a la huella, la pista o el vestigio que deja algo o alguien.
Por ejemplo: «El perro siguió el rastro de la niña durante horas hasta que encontró el lugar donde permanecía secuestrada», «Estoy preocupado: no hay rastros de Alejandro por ningún sitio», «Si vas a comer pastel, trata de no dejar rastros así no se entera mamá».
Rastro, por otra parte, puede emplearse como sinónimo de rastrillo, una herramienta que se utiliza para recolectar diversos elementos que pueden encontrarse en el suelo: hojas, flores, paja, etc.
El rastro como marca
El rastro puede ser tanto una marca física como simbólica. Si un sujeto camina sobre el barro y luego ingresa a una casa, es probable que deje las huellas de su calzado en el suelo de la vivienda. Puede decirse, por lo tanto, que ha dejado un rastro.
Un hombre que, en su juventud, fue parte del ejército y luego se dedicó a otras tareas, puede evidenciar en su modo de pensar o en su conducta diversas características propias del ámbito militar. En este caso, alguien podría afirmar que hay rastros del pasado en el ejército en la manera de ser de esta persona.
Un mercado o feria
Un rastro, asimismo, puede ser el mercado o la feria que, en algunos días específicos, funciona en un espacio público para que los asistentes puedan adquirir productos a precios bajos. Uno de los más conocidos es el Rastro de Madrid, que puede visitarse los domingos y los días festivos por la mañana en la capital española.
El Rastro de Madrid en un principio solamente ofrecía productos de segunda mano, algo que ha ido cambiando con los años. Su origen data de mediados del siglo XVIII, cuando algunos comerciantes comenzaron a reunirse en una zona del barrio de Lavapiés para vender artículos usados, muchas veces de forma clandestina.
En la actualidad, es un punto clave del turismo español, con fama en todo el mundo y con una cantidad de puestos de venta que supera los 3500. Algunos de los rastros que compiten en popularidad a lo largo y ancho del continente europeo son: Portobello en Londres; Los Encantos en Barcelona; Porta Portese en Roma; y Waterlooplein en Ámsterdam.
Características de un rastro
Un rastro puede entenderse como un mercado ambulante que suele instalarse y funcionar al aire libre con diferentes frecuencias, según los intereses de sus organizadores. Otros de los nombres que recibe este tipo de tienda son mercado al aire libre, mercadillo, rastrillo, feria de pulgas, feria libre y bazar, cada uno con sus matices particulares.
Por lo general, el rastro ambulante se ubica en lugares que el ayuntamiento de la localidad les haya cedido a sus organizadores, o bien en zonas públicas; las plazas, abundantes en las ciudades españolas, son uno de los sitios preferidos.
Con respecto a su estructura, suele ser metálica y estar cubierta por una lona que protege los productos y a los vendedores de las inclemencias del tiempo. Lo normal es que dentro de la tienda se encuentre un tablero que haga las veces de mostrador, sobre el cual se expongan los productos, aunque estos también pueden ponerse directamente en el suelo, sobre mantas o cestas, por ejemplo, según cada caso.
Los productos que se venden en un rastro son muy variados: las posibilidades incluyen alimentos, artículos para el hogar, prendas de ropa, adornos, flores y plantas. Es importante señalar que los vendedores deben solicitar una licencia al ayuntamiento para realizar su actividad de acuerdo con las exigencias de la ley, o sea, pagando la tasa pertinente con respetando el puesto que les haya sido asignado, sin excepciones.