Renombre es un concepto cuya etimología nos lleva al latín renomen y que hace referencia al reconocimiento o la popularidad que alcanza una persona gracias a sus logros en algún ámbito. El renombre puede asociarse a la fama o la notoriedad.
Por ejemplo: “No entiendo cómo puedes opinar de esa forma acerca de un escritor de renombre como Jorge Luis Borges”, “El entrenador pidió reforzar el equipo con al menos tres jugadores de renombre”, “El festival contará con cuatro o cinco cantantes de renombre”.
El renombre y la trayectoria
El renombre suele ganarse con una trayectoria sólida. Un poeta se convertirá en un autor de renombre una vez que haya publicado varios libros de gran calidad, y no con su primera obra.
La calificación, de todas formas, es subjetiva: no existe un dato concreto o una condición que asegure que un autor tiene renombre. Tampoco hay, por otra parte, una cantidad exacta de libros que un escritor deba publicar para acceder a este reconocimiento.
La pérdida del reconocimiento
Es importante destacar que, en algunos casos, el renombre puede “perderse” con el paso del tiempo.
Un basquetbolista estadounidense que suele jugar como refuerzo extranjero en ligas sudamericanas puede ganarse un renombre con un par de temporadas en buen nivel pero, algunos años después, demostrar que su rendimiento ha caído. De esta manera, ya no será un refuerzo de renombre debido a su nivel actual.
La subjetividad del renombre
Como ya indicamos, el renombre es un reconocimiento subjetivo; tanto es así que una misma persona puede ser calificada de este modo por un grupo de gente, y despreciada por otro.
En el caso de artistas y deportistas famosos, por ejemplo, el fanatismo juega un papel fundamental en la difusión de su trabajo, y en la lucha contra los intentos de desprestigiar a sus ídolos; sin embargo, la diversidad y la libertad de opinión no pueden ni deben ser sometidas a la opresión, por lo cual siempre existirán dos o más puntos de vista alejados en torno al desempeño de un mismo individuo.
Un fenómeno lamentable pero común es la especial valoración de ciertas personas una vez que han muerto. Se trata de algo que los seres humanos hemos hecho por siglos, y no hay indicios de que vayamos a abandonar esta actitud tan cuestionable. Son muchas las historias de grandes compositores, escritores, pintores y científicos que llevaron vidas sumidas en la más profunda pobreza, tanto material como emocional, que no gozaron de un justo reconocimiento en vida, pero que tras su fallecimiento se convirtieron en auténticos semidioses.
Así como el acceso al renombre puede aparecer y desaparecer de manera fugaz, en vida o tras la muerte, es justo cuestionar la autoridad de aquellas personas que se atribuyen el poder para calificar a otros de tal forma. Ludwig van Beethoven, por ejemplo, fue un compositor alemán cuyas obras se encuentran en la actualidad entre las más respetadas del mundo de la música académica; sin embargo, aquellos estudiosos que juzgan su trabajo, aunque lo alaben, no tienen su capacidad ni su talento.
Conceptos opuestos
Lo opuesto al renombre es la intrascendencia o el anonimato: “No es un artista de renombre, sino un hombre desconocido que se esfuerza por difundir su obra en todo el país”. En este caso, es posible hacer una distinción entre dos posibles situaciones: no gozar de un reconocimiento a causa de no haber conseguido impactar al público con una obra; o no tener fama, no haber llegado a las masas.
Dicho esto, otros conceptos que pueden usarse como antónimo de renombre, en ciertos contextos, son infamia, desprestigio, deshonor o indignidad. Aunque se trata de términos que no se ven en el habla cotidiana, las ideas que encierran hablan de la imagen que da una persona que ha cometido actos reprobables o despreciables, y que ha perdido, de este modo, el privilegio o el acceso al renombre, a ser respetada y bien vista por los demás.