La expresión latina solus ipse, que puede traducirse como “uno mismo solo”, dio lugar al concepto de solipsismo. El término alude a una corriente del subjetivismo que postula que lo único existente es aquello sobre lo cual el propio yo tiene conciencia.
Para el solipsismo, un individuo solamente puede certificar la existencia de su mente. Lo que entiende por realidad, en este marco, es fruto de un estado mental.
Dicho de otro modo, lo real (externo) puede comprenderse únicamente a través del yo, ya que no hay otra realidad concreta más allá de ese yo. Por eso no es posible, según el solipsismo, tener conocimiento de una realidad objetiva.
El solipsismo, en definitiva, indica que un sujeto sólo puede afirmar su propia existencia, y ninguna otra. El mundo circundante, incluyendo a otras personas, animales, plantas, objetos, etc., no tiene una existencia de hecho: es una creación de la conciencia.
Por sus características, el solipsismo quita sentido a cualquier actividad humana. Dado que el conocimiento deriva de una sensación individual, la ciencia no tiene ningún fundamento.
Como se puede advertir, el solipsismo es una postura radical. Los solipsistas manifestaban que el mundo exterior carece de una existencia independiente, ya que no es más que un producto de la mente.
Existen muchos argumentos que se esgrimen para desacreditar al solipsismo. La existencia de sufrimiento (si la realidad es una creación individual, ¿por qué alguien se encargaría de crear un sufrimiento para sí mismo?) y del lenguaje (¿para qué sería necesario tener un sistema de comunicación si las otras personas no tuvieran existencia fuera de la mente del yo?) son dos de las objeciones más habituales.
En este contexto se encuentra otro de los argumentos que se usan para objetar las bases del solipsismo: la muerte, ya sea la natural o la provocada por un tercero. La primera incógnita que se presenta en este caso es el estado de la mente luego del propio fallecimiento: ¿sobrevive o se va con el cuerpo? Y si el sujeto es asesinado, ¿el ataque es real o imaginario?
Esto se relaciona con la existencia del dolor, mencionada anteriormente, que sería muy difícil de justificar si nosotros fuéramos los únicos artífices de nuestra realidad. Claro que una corriente no se puede apagar con una o dos objeciones, ya que para cada una existe una respuesta. En este caso, hay solipsistas que explican el dolor por medio del karma o bien una búsqueda de sentir nuevas emociones que le den un cierto movimiento a la vida.
Otra posible respuesta apunta a la negación absoluta del dolor, e incluso de la muerte, asegurando que son las personas ajenas al solipsismo quienes observan estos fenómenos por verse sometidas a diferentes imposiciones sociales y culturales, pero que los solipsistas no creen en ellos.
Un elemento que aparece en varias de estas respuestas contra las objeciones es la necesidad de «no aburrirse». Tanto el dolor como la creación de un lenguaje para la formulación de los propios pensamientos se justifican de esta manera. Precisamente, mientras que los detractores del solipsismo creen que el lenguaje sirve para comunicarse con otras personas, dado que los solipsistas no admiten la existencia de los demás, aseguran usarlo para mantenerse entretenidos, imaginando a otros seres y conversando con ellos.
Y por este camino podemos continuar para objetar casi todos los aspectos de la vida que pueden llegar a evidenciar la existencia de una realidad externa a nosotros, sin dejar de lado ciertas actividades personales como las necesidades fisiológicas y el sueño. En pocas palabras, si la otra parte tiene una postura que anula cualquier argumento no es posible llegar a un acuerdo, y quizás ambas deban disfrutar de sus ideas en libertad.