Se conoce como teodicea al área de la filosofía que se dedica a estudiar a Dios más allá de la fe religiosa. El término procede de la lengua griega, formándose con los vocablos theós (que puede traducirse como “Dios”) y díkē (“justicia”).
TemasEstudio racional
La teodicea, en este marco, deja de lado las creencias para analizar la existencia de Dios de manera racional. Como la etimología del concepto lo sugiere, la finalidad es justificar con argumentos que Dios existe.
La teodicea estudia la existencia de Dios desde la razón.
El origen de la teodicea se ubica en 1710, cuando el filósofo alemán Gottfried Leibniz publicó el libro “Ensayo de teodicea. Acerca de la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal”. En esta obra, Leibniz apunta a la justificación de la bondad divina y de la existencia del mal, mostrando que no hay una contradicción en la simultaneidad de ambos.
A partir del ensayo de Leibniz, comenzó a utilizarse la noción de teodicea para referirse a la justificación racional de Dios. La teodicea también se asocia a la teología racional o teología natural, que busca evidencias de la presencia de Dios sin apelar a las manifestaciones sobrenaturales.
Ciencia de Dios
Otra manera de entender la teodicea es como la ciencia de Dios. Esta disciplina no recurre a verdades reveladas, sino a razonamientos.
La teodicea se apoya en otras ramas filosóficas para probar que Dios existe, aceptando que es posible conocer aquello que trasciende la experiencia inmediata y los sentidos. Admitiendo la existencia de Dios, la teodicea se encarga de la investigación de sus atributos y de su naturaleza.
Teodicea agustiniana
Como ocurre con otros campos del conocimiento, no existe una sola forma de teodicea. La llamada agustiniana, por ejemplo, es una que pertenece al cristianismo y se enfoca en dar una respuesta a la paradoja de Epicuro (también conocida como problema del mal). De este modo, busca una explicación a la posible existencia de un Dios que posee supremacía absoluta y que siempre se preocupa por el bienestar de los demás, teniendo en cuenta que no podemos negar la presencia del mal en nuestro mundo.
Desde su creación, este tipo de teodicea ha atravesado diferentes variaciones, aunque por lo general tienen en común la afirmación de que la bondad de Dios es incuestionable, que el mundo fue creado sin el mal, y que éste surgió a causa de nuestro pecado original. Dicho de otra manera, quienes apoyan estas teorías suelen explicar la aparición del mal como un castigo divino por nuestros actos y por no usar correctamente el libre albedrío. Dios, de acuerdo con la teodicea agustiniana, no tiene ninguna responsabilidad de nuestro sufrimiento.
San Agustín creía en la existencia material del infierno.
La primera teodicea se debe a San Agustín de Hipona, un filósofo, teólogo y escritor dedicado al cristianismo. Su postura se oponía a la existencia del mal como parte de la creación de Dios, ya que la consideraba el resultado de corromper la bondad por abusar del libre albedrío. También apoyaba la existencia del infierno como un lugar material al que son enviados los pecadores para recibir su justo castigo, a menos que se arrepientan y acepten ser salvados por Jesucristo. San Agustín creía que el pecado es una posibilidad porque tenemos libre albedrío, y que los bebés heredan inevitablemente el pecado original.
La influencia de San Agustín se puede apreciar en el trabajo de Santo Tomás de Aquino, cuya teodicea es muy similar. Con respecto al mal, sostenía que solamente se puede aceptar cuando es necesario para dar lugar al bien. Juan Calvino también partió de la teoría de Agustín, y agregó que el ser humano necesita de la gracia divina para llevar una vida ajustada a la moral. Si bien argumentaba que Dios tiene la responsabilidad del mal, estaba de acuerdo en que no lo había creado arbitrariamente sino como parte de las infinitas posibilidades que nos había dado.
