El verbo transfigurar proviene del vocablo latino transfigurāre. También aceptado por la Real Academia Española (RAE) como trasfigurar (sin N), hace referencia a propiciar un cambio en la apariencia o en la figura de algo o alguien.
Cambio físico o anímico
Aunque puede aludir a una alteración física, transfigurar además permite nombrar una modificación en el ánimo de una persona. Por ejemplo: “Al ver que su exmarido ingresaba al restaurante, a la mujer se le empezó a transfigurar el rostro”, “Como cirujano plástico, intento que mis pacientes se vean mejor, pero no los pretendo transfigurar ni quiero que pierdan sus rasgos”, “Meses después de la tragedia, me decidí a transfigurar el dolor y convertirlo en energía para ayudar a los demás”.
Como se puede apreciar en estos tres ejemplos, el verbo transfigurar no se define como un mero cambio, sino como uno muy pronunciado e imposible de ignorar. En la primera oración es probable que esta reacción haya tenido lugar como consecuencia del miedo ante las potenciales acciones del hombre que se presenta de forma inesperada. El cirujano, por otra parte, asegura que no persigue una alteración drástica del aspecto de sus pacientes. La última oración muestra la determinación a convertir el dolor en algo positivo y altruista.
Tomemos el caso de un político que se ve envuelto en sospechas de corrupción. Sus asesores, frente a esta realidad, idean una serie de acciones para transfigurar su mala imagen. En este marco, coordinan entrevistas para que el dirigente pueda dar su versión de los hechos en los medios de comunicación y organizan actos públicos para que se muestre cerca de los vecinos.
Transfiguración de Cristo
En el terreno de la religión católica, la transfiguración es el estado de gloria en el que Cristo se presentó junto a los profetas Elías y Moisés en el monte Tabor, frente a los ojos de los apóstoles Santiago, Juan y Pedro. Según la Biblia, Jesús y sus discípulos van a la montaña a rezar y, una vez allí, el hijo de Dios se empieza a transfigurar: comienza a desprender una luz brillante y luego aparecen Elías y Moisés. Jesús, de este modo, conversa con ellos y es llamado “Hijo” por su Padre.
Este cambio de apariencia que atravesó Jesús, pasando de «humana» a «gloriosa«, puede decirse que en el capítulo 9 versículo 27 del Evangelio según San Lucas se pronosticó. La teoría se centra en una cita del propio Jesús, como cierre de un discurso que dio a sus apóstoles, en la cual les aseguró que algunos de ellos no gustarían la muerte hasta que viesen el Reino de Dios. Con bastante frecuencia, esta declaración se interpreta como una profecía según la cual el fin del mundo llegaría antes de que falleciera la primera generación de cristianos.
A pesar de esta interpretación, cuando Jesús dijo «reino de Dios» pudo hacer referencia a una expresión visible del mismo. Y dado que éste se encuentra encarnado en él mismo, el momento en el que se transfiguró puede entenderse como una ventana hacia el reino de Dios en el mundo material. Es gracias a esta forma de entender sus palabras que se apoya la supuesta naturaleza profética de dicho pasaje. Además debemos señalar que, en la Biblia, este discurso se encuentra justo antes de la Transfiguración, un argumento más para convencernos del pronóstico.
Los tres discípulos que presenciaron este cambio en Cristo fueron los tres más importantes. Al menos esta es la interpretación que se hace desde la lectura de la Biblia, y se sustenta en que unos vesículos más adelante los discípulos comenzaron a discutir acerca de la importancia de cada uno, para entender quién se encontraba en primer lugar. Fue entonces que Jesús les explicó que ese puesto lo ocupaba el «más insignificante» entre todos ellos.