La noción de ungüento proviene del vocablo latino unguentum. El término permite hacer referencia a la sustancia que puede untarse o ungirse.
Se llama ungüento al medicamento cuya aplicación se realiza en el exterior del cuerpo. Se trata de pomadas que combinan materias grasas y principios activos y que, a diferencia de las cremas, no presentan agua.
En la Edad Media, se conocía como ungüentario al auxiliar que preparaba ungüentos a pedido de un médico. Estas personas tenían un rol similar al que desarrollan los farmacéuticos en la actualidad.
A nivel químico, los ungüentos son muy variados. La característica en común es su composición grasa y que generalmente se encuentran, a temperatura ambiente, en un estado semisólido.
Lo habitual es que la base del ungüento sea vaselina, que es una combinación de hidrocarburos. También puede usarse lanolina o parafina líquida. Entre los ingredientes frecuentes aparecen distintas clases de aceites (como aceite de almendras o aceite de sésamo) y cera de abeja.
Los usos de los ungüentos pueden variar. Muchas veces se emplean para el tratamiento de lesiones secas y para mejorar las condiciones de la piel cuando este órgano se encuentra agrietado o excesivamente seco.
Diversos tipos de erupciones, quemaduras, sarpullidos, heridas y otros problemas cutáneos pueden ser tratados con ungüentos. Por supuesto, un profesional de la salud debe ser quien indique si es conveniente usar ungüento u otro remedio según las particularidades del paciente.
Si la persona tiene una infección en la piel, por ejemplo, la utilización de ungüento está desaconsejada. Esto se debe a la función oclusiva de estos elementos.
El concepto de ungüento suele ir de la mano de las recetas caseras, que también incluyen cremas e infusiones como parte de una alternativa a la medicina tradicional, o bien un complemento. Esto sirve tanto para quienes no confían en los médicos como para aquéllos que no tienen el dinero para hacer frente a la compra de medicamentos, ya que los remedios caseros suelen ser mucho más económicos que los industriales.
Del trato que le demos a nuestra piel dependerán diversos factores de nuestra salud y nuestro estado de ánimo. A diferencia de los órganos internos, podemos ver su estado con facilidad, a la luz del día, sin necesidad de procedimientos clínicos; si está áspera, o si tenemos una reacción alérgica o una herida, sabemos inmediatamente que debemos actuar. Pero el tratamiento de la piel debe comenzar antes de los incidentes, por medio de la nutrición.
Para ello es indispensable escoger ungüentos y cremas que le aporten los nutrientes adecuados. Si bien hay productos comerciales muy buenos, siempre incluyen ingredientes para su conservación, algo que podemos evitar por medio de los preparados caseros. Los aceites esenciales son una opción natural segura y agradable a los sentidos, muy incluida no sólo por sus múltiples beneficios sino porque los podemos usar sin riesgo de reacciones adversas.
Hablemos de un ejemplo concreto, un ungüento casero para tratar la tos. Los ingredientes necesarios para esta receta son fáciles de conseguir y relativamente económicos: aceite de tomillo y romero, 30 ml; aceites esenciales de ciprés, eucalipto y pimienta negra, 10 gotas de cada uno de ellos; cera de abeja, 3 gramos. Este ungüento se puede aplicar en las plantas de los pies antes de acostarnos por las noches, y luego usar calcetines bien abrigados para que el calor promueva su acción. Además, se puede combinar con un té de limón y jengibre.
Para torceduras y golpes, también podemos preparar un ungüento casero, tan sólo con los siguientes ingredientes: aceites de hipérico y de árnica, 30 ml; aceites esenciales de helicriso, jara, gaulteria y eucalipto azul, 7 gotas de cada uno; cera de abeja, 3 gramos. La cantidad de este último es directamente proporcional a la dureza del producto, algo a tener en cuenta si deseamos llevarlo fuera de casa para accidentes imprevistos, donde resulta más práctico cuanto menos acuoso.