El vocablo francés vitalisme llegó al castellano como vitalismo. El término se emplea para aludir a la doctrina que, para brindar una explicación acerca de los fenómenos biológicos, va más allá de la materia y recurre a una fuerza que resulta propia de los seres vivos.
De acuerdo al vitalismo, los organismos vivientes disponen de una fuerza inmaterial vital que les permite diferenciarse de los objetos inanimados. Dicha fuerza no es la energía que reconoce la física, sino un impulso diferente que posibilita la vida.
Para el vitalismo, por lo tanto, la esencia del ser vivo no radica en la materia. El elemento que marca la diferencia es aquello que el filósofo y escritor francés Henri Bergson llamó élan vital: fuerza vital. Este impulso no puede explicarse desde la química ni desde la física.
La fuerza vital que postula el vitalismo puede asociarse a conceptos como espíritu o alma y es lo que diferencia lo vivo de lo inerte. En este sentido, cuando una persona fallece, básicamente pierde su fuerza vital.
Los orígenes del vitalismo pueden rastrearse años antes del siglo XIX, aunque empezó a expandirse en la segunda parte de dicho siglo y se afianzó a comienzos del siglo XX. En el terreno de la biología, el vitalismo supuso trascender los fenómenos fisicoquímicos y sostener que la diferencia primordial entre un ser vivo y un elemento inorgánico es la fuerza vital, un principio irreductible.
En la filosofía, en tanto, el vitalismo aparece como una tendencia que afirma que la vida carece de un fundamento que sea exterior a ella. De este modo, el valor de la vida se sitúa en la vida en sí misma.
La lista de estudiosos que han representado el vitalismo a lo largo de la historia es muy amplia. El nombre que destaca es el de John Jacob Berzelius, un químico nacido en Suecia en el año 1779, quien se considera el principal propulsor de la corriente. Pero tampoco podemos dejar de nombrar a los médicos Georg Ernst Stahl y Téophile de Bordeu, a los médicos Samuel Hahnemann y Xavier Bichat o, más recientemente, al psicoanalista Wilhelm Reich.
Reich relacionó el concepto de impulso vital con uno de su propia autoría, el orgón. Se trata de un tipo de energía esotérica que propuso en la década de 1930 y que más adelante continuó desarrollando su discípulo Charles Kelley, luego de su fallecimiento en 1957. Se consideraba una sustancia presente en todas partes y carente de masa, parecida al éter luminífero aunque más cercano a la energía vital que a la materia inerte.
Otras de las personalidades reconocidas que dedicaron parte de su trabajo de investigación al vitalismo fue Friedrich Nietzsche, una de las figuras más relevantes de la filosofía de Occidente. Precisamente, se lo enmarca en este movimiento según el cual la vida es un valor fundamental. Nietzsche se oponía a las ideas de la filosofía griega que desprecian las cosas terrenales por pertenecer al mundo aparente y también al énfasis en la racionalidad de nuestra especie.
Su versión del vitalismo entiende la vida como lo único que cuenta con valor propio y considera que el resto de los elementos sirven para la vida. Este valor es de tipo emocional y biológico, con un especial enfoque en el cuerpo, los instintos, los sentimientos y las pulsiones. Estas ideas lo ubican en la lista de los llamados filósofos irracionalistas, junto con Kierkegaard y Schopenhauer, porque los tres critican la racionalidad, desconfían de la razón en favor del plano de las emociones. También se lo encuadra en los filósofos de la sospecha con Freud y Marx, por «sospechar» que la conciencia no es lo que nos une más allá de nuestras diferencias.