Abyecto es un adjetivo cuya primera acepción mencionada por el diccionario de la Real Academia Española (RAE) refiere a aquel que es ruin o malvado. El término deriva de abiectus, un vocablo latino que a su vez procede del verbo abiicĕre (traducible como “depravar” o “humillar”).
Por ejemplo: “Tenemos la obligación moral de combatir a este régimen abyecto que desprecia los derechos humanos y hace que los ciudadanos vivan en condiciones indignas”, “La comisaría del pueblo está a cargo de un hombre abyecto al que no le interesa que se cumpla la ley”, “El comportamiento abyecto del jugador debe ser sancionado por el club”.
Concepto de abyecto
Abyecto es algo que genera desprecio. Supongamos que una persona atrapa a un perro, lo tortura, luego lo mata, y finalmente publica imágenes del proceso en las redes sociales, donde celebra su propio accionar. El comportamiento de este sujeto, sin dudas, puede ser calificado como abyecto.
La calificación también se puede aplicar sobre los individuos que llevan a cabo acciones ultrajantes o dañinas. Si un juez dicta sus fallos de acuerdo al soborno que les pide a los imputados, podrá ser definido como un hombre abyecto. Se espera que un funcionario judicial actúe de acuerdo a lo establecido por la ley: aquel que se aleja de la legislación y además incurre en un delito con su accionar, no puede impartir justicia. Por eso el juez que se desempeña en base a sobornos resulta ser alguien abyecto, despreciable.
Otras aplicaciones del término
El adjetivo incluso se aplica a cuestiones más abstractas, como un gobierno, un proyecto o un contexto: “El recorte anunciado por las autoridades es abyecto ya que deja a miles de personas sin cobertura social”.
Cabe mencionar que el diccionario de la RAE incluye una segunda acepción, según la cual el término abyecto puede describir a una persona que haya sido humillada o cuyo orgullo haya sido herido. Sin embargo, se trata de un significado que ha quedado en desuso.
Abyecto y la subjetividad
La palabra abyecto, así como la mayoría de las que sirven para elaborar su definición, pertenece a un grupo de conceptos muy subjetivos y difíciles de usar con precisión. A simple vista, la imagen de una persona extremadamente vil y despreciable parece sacada de un cuento de hadas, como si se tratara del personaje antagónico que desea someter a todo el reino a su retorcida voluntad.
Sin embargo, no es necesario llegar a la ficción ni a los casos más horrendos de violencia en los periódicos para usar este adjetivo. Estamos rodeados de maldad, y muchas veces la apoyamos, seamos o no conscientes de ello. Por otro lado, esta apreciación va de la mano de una pregunta en principio sencilla: ¿es posible ser «muy bueno» o «muy malo»?
Para responderla, observemos los siguientes dos ejemplos de buenas acciones: una persona rescata a un ave malherida y la acoge en su hogar hasta curarla por completo; otra persona lleva comida y agua a un gato abandonado, pero no lo lleva a vivir con ella. ¿Es posible calificar el grado de bondad de cada caso? Ambas personas dan muestras de compasión, por lo cual debería bastar con eso para determinar que «son buenas». Sin embargo, seguramente tienen actitudes negativas en su día a día, y esto vuelve más compleja la valoración de su moral.
En el caso de la maldad, parece más sencillo calificar dos casos dados: una persona que maltrata a un animal seguramente será descrita como peor que otra que simplemente roba un teléfono móvil. Sin embargo, ¿no debería bastar la evidencia de su «maldad» para advertir que ninguna de las dos es buena? Evidentemente, no, ya que el ser humano puede alcanzar niveles de corrupción y falta de empatía aterradores, y por eso es necesario contar con el adjetivo abyecto, para describir a aquellos cuyo accionar no puede justificarse de ninguna manera.