El término adarga procede del árabe hispánico addárqa, a su vez derivado del árabe clásico daraqah. Se llama adarga a un escudo con forma de óvalo o de corazón que se fabrica con cuero.
Los orígenes de las adargas hay que buscarlos en Al-Ándalus, cuando eran empleados por los musulmanes que integraban la caballería. Con el paso del tiempo, estos escudos comenzaron a ser utilizados también por los cristianos, tanto en la caballería como en la infantería.
Recordemos que Al-Ándalus es como los musulmanes llamaban a la península ibérica. Dependiendo del autor, encontraremos descripciones que limitan más o menos el significado de este término en cuanto a la extensión de territorio que representaba, y este rango va desde la península hasta partes de los actuales Francia, Gibraltar y Andorra.
La procedencia de este escudo se encontraba en el continente africano, más precisamente en el norte. Esto se debía a que el centro de fabricación más importante de la adarga se hallaba en Fez, una ciudad de Marruecos de gran relevancia, considerada la capital del islam y ubicada entre las cuatro denominadas imperiales, grupo al que también pertenecen Rabat, Mequinez y Marrakech.
La adarga brindaba un resguardo eficaz ante ataques de flechas, lanzas y espadas. A partir del siglo XVI, cuando empezaron a usarse las armas de fuego, comenzaron a perder preponderancia ya que no resultaban útiles para defenderse de este tipo de ofensivas.
De todos modos, las adargas continuaron sirviendo debido a que las lanzas y las espadas siguieron siendo valiosas en los combates hasta que las armas de fuego alcanzaron una mayor rapidez de carga. Gracias a disponer de un asa, su manipulación resultaba sencilla.
En este contexto también fue significativa la creación de la bayoneta, un arma blanca que superó en popularidad a la lanza y la espada. Su principal atractivo era la posibilidad de acoplarla a un arma de fuego, lo cual potenciaba su utilidad y brindaba la oportunidad de atacar con rapidez y efectividad en un encuentro cuerpo a cuerpo, cuando no alcanzara el tiempo para recargar el cañón o bien fueran necesarios más golpes para vencer al enemigo.
La adarga era muy usada en los juegos de cañas, los cuales tienen su origen en los antiguos ejércitos árabes y se practicaban con mucha frecuencia en España entre los siglos XVI y XVIII, en casi todas sus actuales Plazas Mayores. En pocas palabras, se trataba de una simulación de combate entre los miembros de un mismo pelotón, quienes debían dividirse en dos grupos, todos montados a caballo: unos les tiraban dardos o lanzas a los contrincantes, quienes debían pararlas con la adarga.
También era necesaria para el juego de correr alcancías, en el cual unos jinetes arrojaban alcancías llenas de flores o ceniza a los contrincantes, quienes debían intentar frenarlas con sus adargas. Mientras que para el juego de cañas se usaban adargas grandes y de una firmeza variable para que se doblaran al apoyarlas sobre el cuerpo del caballo, en el de alcancías se recubrían de madera fina para que se quebraran en pedazos tras el impacto.
Podemos encontrar el concepto de adarga en “Don Quijote de la Mancha”, la obra más famosa de Miguel de Cervantes. En el inicio del libro, Cervantes habla de un “hidalgo” de “adarga antigua”. Sin embargo, al adaptar la obra al castellano moderno, en algunas versiones se optó por reemplazar dicha expresión por “escudo antiguo”.
Así se buscó facilitar el entendimiento de la historia a los lectores contemporáneos. Sin embargo, hay quienes advirtieron que el cambio hizo perder el significado original, vinculado específicamente al escudo cuyo armazón estaba compuesto por pieles dobladas que se cosían y pegaban.