La agricultura orgánica es un modelo de producción agrícola que recurre a prácticas e insumos ecológicos. El concepto suele asociarse a aquellos sistemas y métodos que prescinden de los compuestos químicos que atentan contra el medio ambiente.
También llamada agricultura biológica o agricultura ecológica, apela al uso óptimo de los recursos naturales para la producción sostenible de alimentos saludables. Esto quiere decir que la agricultura orgánica no daña la fertilidad del suelo ni genera contaminación.
Cabe destacar que la agricultura es el cultivo de la tierra. El adjetivo orgánico, en tanto, alude a lo que tiene carbono entre sus componentes e integra el organismo de los seres vivos.
Historia de la agricultura orgánica
La historia de la agricultura orgánica se inicia en torno a 1930 en el territorio inglés. Si bien varios de sus preceptos ya se aplicaban desde mucho tiempo antes en diferentes regiones, se considera que el botánico británico Albert Howard (1873–1947) fue quien formalizó e impulsó sus principios.
Funcionario del gobierno inglés, Howard dirigió una granja destinada a la investigación en la India británica. Allí advirtió los beneficios de las prácticas hindúes y llegó a la conclusión de que la salud del ser humano está estrechamente ligada a la salud de los cultivos y los animales.
Howard plasmó sus pensamientos y propuestas en «An Agricultural Testament» («Un testamento agrícola»), un libro que se editó en 1940 y que se considera como puntapié inicial de la agricultura orgánica. En dicho texto refiere a la importancia del cultivo de cobertura y del compostaje, a la utilización racional de los recursos y a cómo un suelo saludable mejora la salud de los vegetales.
Los trabajos de la inglesa Lady Eve Balfour (autora de «The Living Soil» / «La tierra viviente») y del estadounidense Jerome Irving Rodale (quien editó la revista «Organic Farming and Gardening» / «Agricultura y jardinería orgánica» y fundó el Rodale Institute) también fueron claves en la difusión de este modelo agrícola.
Sus principios
La agricultura orgánica se basa en la gestión del terreno y la producción de alimentos respetando la actividad biológica y los ciclos naturales. Esto le permite cuidar la naturaleza y generar productos que carecen de compuestos procedentes de una síntesis química y que presentan nutrientes de mejor calidad en comparación a los obtenidos por los sistemas convencionales.
Suele resaltarse que la agricultura orgánica privilegia los procedimientos mecánicos, biológicos y agronómicos, evitando los elementos sintéticos. Así logra ofrecer alimentos saludables, contribuye al cuidado de los trabajadores agrícolas y protege la naturaleza.
Para la fertilización, en este marco, emplea sobre todo fertilizantes orgánicos como el compost (humus que se genera cuando los residuos orgánicos se descomponen a través de un proceso bioquímico controlado). Los abonos verdes (plantas que confieren de protección al suelo y luego mejoran sus condiciones) y los abones minerales que se extraen por mecanismos físicos de fuentes naturales también pueden ser utilizados.
En cuanto al control de plagas, la agricultura orgánica usa biopesticidas y trampas de insectos en lugares de plaguicidas sintéticos, por ejemplo. En algunos casos, incluso se apuesta por la suelta de insectos beneficiosos. Para mantener alejadas las aves, asimismo, puede apostar por el ultrasonido.
La agricultura orgánica y la rotación de cultivos
La rotación de cultivos es una técnica muy importante en la agricultura orgánica. Radica en llevar a cabo una alternancia de plantas de distintas familias en un mismo sitio, sucediendo ciclos. De esta forma, ya que cada planta tiene sus propios requerimientos nutritivos, se logra que el suelo no se agote y se impide que aquellas enfermedades que inciden en determinadas especies subsistan en el tiempo.
Por lo tanto, la rotación de cultivos es un recurso natural que ayuda a reducir la problemática de las enfermedades, contribuye al control de plagas, dificulta el crecimiento de malas hierbas y optimiza el abonado.
Comida saludable
Independientemente de los beneficios que aporta al suelo y al medio ambiente, la agricultura orgánica suele ser valorada por brindar acceso a comida saludable. Como ya indicamos, los alimentos orgánicos se producen si usar compuestos químicos y no incluyen aditivos.
Diversos estudios indican que estos alimentos presentan más nutrientes y una menor cantidad de residuos de pesticidas. Es importante buscar aquellos con certificación orgánica, una etiqueta que garantiza que los criterios productivos mencionados han sido respetados.
Si bien suele asociarse la comida orgánica a las plantas (los vegetales orgánicos), la calificación también se aplica a otros alimentos. La miel orgánica, por mencionar una alternativa, es fruto de la apicultura orgánica (que no emplea químicos sintéticos) y no incluye ningún tipo de agregado.
Ampliando la noción de agricultura hacia lo agropecuario, nos encontramos con la ganadería orgánica que se basa en principios ecológicos. Se trata de un ganado de pastoreo que se alimenta en terrenos libres de pesticidas químicos. La carne orgánica, de este modo, garantiza la seguridad alimentaria.
Cabe destacar que la comida orgánica suele conseguirse en tiendas de alimentos naturales. No obstante, hay que tener en cuenta que un alimento natural puede no ser orgánico.