Ajetreo es el acto y el resultado de ajetrear. Este verbo puede referirse a cansarse por una actividad intensa, que no ofrece pausa, o a estar molesto por una multiplicidad de obligaciones a cumplir.
Por ejemplo: «El nuevo trabajo me impone mucho ajetreo, pero estoy contento ya que siempre había soñado con esto», «Hace cinco años, cansado del ajetreo de la ciudad, me fui a vivir a la montaña», «Tuvimos varias horas de ajetreo hasta que logramos hacer que el sistema volviese a funcionar».
El estrés
La noción de ajetreo suele vincularse a alguna agitación o revuelta. Ante el ajetreo, la gente siente nerviosismo y fatiga, o incluso puede sufrir un cuadro de estrés. Por eso, para revertir estos efectos, debe tratar de relajarse y descansar.
El estrés afecta nuestro organismo y nuestro estado de ánimo; nos causa dolores en las articulaciones, dificultades para concentrarnos y un malestar generalizado que nos impide vivir con normalidad. Antes de llegar al punto de recurrir a los fármacos para luchar contra esta condición, lo mejor es atacar la raíz, aquellas cuestiones que nos llevan a estresarnos.
Sabemos que no siempre es posible modificar nuestra rutina al punto de convertirla en un «cuento de hadas», pero también es cierto que siempre existen estrategias mejores que apunten a un aprovechamiento óptimo de nuestro tiempo y nuestra energía, para reducir al máximo la idea de que nuestro día a día es un ajetreo constante. Ya sea adelantar ciertas tareas para evitar que se amontonen con otras, levantarnos un poco más temprano para sentir menos prisa por las mañanas o incluso reemplazar los pensamientos negativos por positivos puede ayudarnos a estar mejor.
Con respecto a los recursos que tenemos a nuestro alcance para reducir el estrés propio del ajetreo, no debemos subestimar la meditación -mucho más que una moda-, el contacto frecuente con la naturaleza, el ejercicio físico, los baños de agua caliente y, no menos importante, el poder de la risa.
Ejemplos de ajetreo
Supongamos que un movimiento sociopolítico planea realizar una protesta por la falta de respuestas de los gobernantes ante los problemas de la comunidad. Varios de los líderes de este movimiento, por lo tanto, comienzan a organizar una manifestación que se desarrollará frente a la Casa de Gobierno. Para ellos son días de ajetreo: deben convocar a los vecinos, gestionar ante las autoridades el permiso para cortar las calles y ocupar el espacio público y hablar con los medios de comunicación para difundir la iniciativa, entre otras actividades. La gran cantidad de tareas a desarrollar son una muestra del ajetreo.
El ajetreo también puede notarse en la vida cotidiana. Una madre que debe preparar el desayuno para sus tres hijos, llevarlos a la escuela y luego ir a su trabajo, donde permanece ocho horas, hasta regresar a su casa y cocinar la cena para toda la familia, experimenta un intenso ajetreo cada día.
En la actualidad, cada vez es más común romper con este cuadro machista en el cual la mujer es la única encargada de mantener la casa, y por eso también hay ejemplos de hombres que deben cocinar y atender a los niños, además de desempeñar o no un trabajo fuera de la casa.
El peso de la rutina
Claro que la percepción de la rutina como un ajetreo depende de cada individuo, tanto como el impacto que esto tenga en su salud física y emocional; es decir, en su bienestar.
Si bien incluso las personas que tienen la vida que siempre han deseado pueden sentir el peso de las obligaciones, la idea de ajetreo se asocia más con actividades impuestas y no deseadas, que debemos llevar a cabo aunque no nos agraden.