Anhidro es un adjetivo que se emplea en el terreno de la química para calificar a la sustancia que carece de agua. El término procede del vocablo griego ánydros que, justamente, se traduce como “que no tiene agua”.
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En algunos casos, el elemento anhidro nunca cuenta con agua en su estructura. Sin embargo, en ocasiones una sustancia dispone de agua y luego la pierde, con lo cual se transforma en anhidra.
El adjetivo «anhidro» califica al elemento que carece de agua.
Para conseguir que un solvente se vuelva anhidro, lo habitual es hacer que entre en ebullición junto a una sustancia higroscópica (es decir, capaz de absorber la humedad). Otra posibilidad es recurrir a un tamiz molecular.
Cuando la presencia del agua afecta el desarrollo de un compuesto buscado, se puede propiciar una reacción química para obtener un anhidro. En este marco se apela a materiales higroscópicos que captan la humedad.
Alcohol etílico anhidro
El alcohol etílico anhidro, por ejemplo, se produce mediante tamices moleculares que favorecen una deshidratación limpia del etanol. Este compuesto químico también se conoce por el nombre de etanol anhidro y la sustancia de la que debemos partir para obtenerlo es el llamado alcohol rectificado. Su valor mínimo de grado de pureza es de 99,6 por ciento.
Dado que el uso de tamices moleculares es tan común para conseguir alcohol anhidro, veamos algunos detalles de este concepto. Se trata de un material que cuenta con poros cuya dimensión es comparable con la de las moléculas pequeñas. Gracias a esta característica esencial, las más grandes no consiguen pasar.
Con respecto a sus aplicaciones más comunes, podemos mencionar la materia prima de productos como el alcohol carburante, el potable o los disolventes, así como otros del ámbito de la perfumería o la industria farmacéutica. Más arriba hablamos de la posibilidad de transformar un compuesto en anhidro, y éste es un ejemplo de tal proceso; en este caso particular, se apela a la deshidratación, pasando el alcohol rectificado por un sistema que le quita el agua.
Sulfato sódico anhidro
El sulfato sódico anhidro, que también se conoce como sulfato de disodio, entre otras posibilidades, es una sustancia cristalina, incolora, muy soluble en agua pero escasamente en casi todos los disolventes orgánicos, salvo por la glicerina. Para disolverlo en agua se enfría y se aprovecha el efecto entrópico. Así se consigue energía, que libera la sal cuando se hidrata y se disuelve.
Con respecto a sus aplicaciones, son varias y diversas. Comencemos por mencionar que sus propiedades higroscópicas (absorben la humedad de su medio) lo vuelve ideal para el uso en la industria química y en el laboratorio. Por otra parte, se usa para fabricar celulosa y, como aditivo, para el vidro y el plástico.
Los detergentes en polvo adquieren un mejor comportamiento mecánico gracias al sulfato sódico anhidro, además de aumentar considerablemente su peso. También puede servir como desinfectante, aunque no tarda mucho en resultar irritante. Si se combina con carbón activado, puede acelerar el tránsito del intestino y reducir la absorción de tóxicos ingeridos. Por último actúa como acidulante en el ámbito gastronómico.
Por su capacidad de absorber la humedad, el sulfato sódico anhidro se usa en el laboratorio y la industria.
Sulfato de cobre anhidro
El sulfato de cobre anhidro, por otro lado, es un polvo grisáceo. Si se lo hace reaccionar con agua, se genera el sulfato de cobre pentahidratado, que se usa como alguicida, fungicida, abono y medicamento veterinario.
Todo comienza con el sulfato de cobre o cúprico, un compuesto sólido cristalino cuya forma más frecuente es el pentahidratado, de un brillante color azul. Cuando éste se lleva a altas temperaturas, pierde sus moléculas de agua: las primeras cuatro, cuando llega a los 110 grados centígrados; la última, cuando alcanza los 150. Allí aparece el sulfato de cobre anhidro.
