Antioxidante es aquello que minimiza o impide la oxidación: el proceso que provoca un agente oxidante cuando, al reaccionar con otra sustancia, genera óxido (un compuesto derivado de la combinación de oxígeno con un metaloide o un metal). El término antioxidante puede emplearse como adjetivo o como sustantivo.
Previene la oxidación
Se llama antioxidante a la sustancia que permite prevenir o retrasar la oxidación de otras moléculas. Puede tratarse de un elemento natural o producido por el ser humano que, por sus características, ayuda a reducir los daños que sufren las células.
La vitamina C, el selenio y los beta carotenos son ejemplos de antioxidantes. Muchos de ellos se encuentran presentes en las verduras y en las frutas, con lo cual la inclusión de estos alimentos en la dieta es beneficioso para el organismo.
Cabe señalar que el oxígeno es fundamental para la vida de la mayoría de los organismos vivos de este planeta, pero que a su vez se trata de una molécula considerablemente reactiva que puede causarles daño. Es por ello que contamos con enzimas y metabolitos antioxidantes, los cuales se encargan de la prevención de dicho perjuicio en los componentes más importantes de nuestro cuerpo.
Los radicales libres
Lo que hacen los antioxidantes es evitar el deterioro provocado por los radicales libres, que son moléculas generadas en el marco del metabolismo. Los radicales libres, que presentan un electrón sin aparejar y son inestables, intervienen en la irrupción de diversas enfermedades: de este modo, una dieta rica en antioxidantes contribuye a preservar la salud.
Los radicales libres hacen que el oxígeno, que resulta necesario para vivir pero a su vez es muy reactivo, ingrese en las células, generando su oxidación. Así, el envejecimiento -el deterioro de las células- se desarrolla naturalmente de manera progresiva.
Al incorporar la cantidad apropiada de antioxidantes a través de la alimentación o mediante suplementos dietarios, los radicales libres excedentes son eliminados. Esto se debe a que los antioxidantes liberan electrones en la sangre, propiciando que los radicales libres los adquieran y consigan estabilidad. Así se logra una atenuación de los efectos de la vejez y, por consiguiente, un incremento de la expectativa de vida.
Origen del concepto
En un principio, este término se usó para hacer referencia específicamente a un producto químico cuya acción consistiese en prevenir el consumo de oxígeno. Casi en el siglo XX y a lo largo de sus comienzos, los científicos realizaron diversos estudios con el objetivo de descubrir los potenciales usos de los antioxidantes en procesos industriales de gran importancia, como ser la vulcanización del caucho y los tratamientos para prevenir que se corroa el metal.
En el ámbito de la biología, el primer enfoque fue la rancidez, más precisamente la aplicación de los antioxidantes para prevenir la causa de este fenómeno: que se oxiden las grasas insaturadas. Para medir su actividad, bastaba con poner la grasa y una cierta cantidad de oxígeno en un recipiente cerrado, para luego medir el porcentaje de consumo que tenía lugar en el tiempo. Pero el verdadero hito para la bioquímica tuvo lugar cuando se identificaron las vitaminas A, C y E dentro de este grupo, descubrimiento que supuso una auténtica revolución.
Cuando los científicos descubrieron que las sustancias con actividad antioxidante son aquellas que probablemente puedan oxidarse a ellas mismas con facilidad, comenzaron a investigar el posible funcionamiento de los antioxidantes. Mientras se encontraban estudiando el modo en que la vitamina E prevenía la peroxidación de los lípidos, entendieron que los antioxidantes son agentes reductores que con frecuencia depuran especies de oxígeno activo antes de que causen daño a las células.