Se denomina apellido al nombre de familia que permite diferenciar e identificar a las personas. Se trata de una denominación antroponímica que, unida al nombre de pila, hace que sea posible distinguir a cada individuo.
Origen de los apellidos
Los apellidos surgieron en la Edad Media cuando los integrantes de la burguesía comenzaron a acceder a la propiedad de inmuebles y tierras. Para acreditar la titularidad de los bienes a través de documentación, el nombre de pila resultaba insuficiente, con lo cual se comenzaron a agregar ciertas características o particularidades para favorecer la identificación.
De este modo, los primeros apellidos -muchos de los cuales siguen siendo populares- tenían raíces que se advertían con facilidad. A partir del nombre de pila del padre, por ejemplo, se crearon los apellidos patronímicos como Domínguez (derivado de Domingo), Álvarez (Álvaro), Enríquez (Enrique), González (Gonzalo), Martínez (Martín) y Pérez (Pedro).
Los apellidos de profesiones u oficios, en tanto, se relacionaban con una ocupación: Escudero, Barbero, Jurado, Coronel, Escribano, Zapatero. Otra posibilidad era que el apellido se vinculara a un rasgo físico o de la personalidad, como Bravo, Alegre, Calvo, Delgado o Moreno.
En el caso de los apellidos toponímicos, procedían del sitio donde la persona tenía propiedades o vivía (Aragón, Burgos, Santander, Zaragoza). También había apellidos relacionados con elementos naturales o seres vivos, como Costa, Colina, Lagos, Rosas, Cordero y Lobos.
Diferentes en cada lengua
Los ejemplos mencionados tienen que ver con apellidos hispánicos. Cada lengua tuvo su propio proceso de formación de apellidos: en inglés, por mencionar un caso, es común el apellido Johnson, que originalmente refería al hijo de John (John-son).
De modo similar, hay algunos apellidos que no tienen un origen hispano, pero que han sido adoptados por medio de la castellanización, un proceso de transformación que los adapta a nuestras reglas ortográficas y fonéticas. Esto se ha dado en muchos casos de inmigración, ante la imposibilidad de escribir o pronunciar los apellidos extranjeros. También hay apellidos que en el pasado tenían alusiones muy negativas, como los que recibían los esclavos, y que en la actualidad son tomados con normalidad: un ejemplo común es Moreno, que hace referencia al color de piel de la persona.
Registro y cambios
Los nombres y apellidos de los niños recién nacidos deben ser declarados oficialmente en el Registro Civil, aunque en cada país las reglas puedan ser diferentes. Tomemos como referencia las leyes de España, donde existe un límite para la cantidad de nombres (dos como máximo) y apellidos (el primero del padre y el primero de la madre, dando como resultado dos apellidos). Cabe mencionar que en la actualidad los padres pueden decidir el orden de los apellidos de sus hijos, pero hasta no hace mucho tiempo era obligatorio que el del padre precediera el de la madre.
Fue el 5 de noviembre de 1999 cuando se legisló esta nueva opción, propia de la realidad cada vez menos machista y opresora que podemos apreciar en la actualidad. De todos modos, una vez que la persona alcanza la mayoría de edad, tiene derecho a pedir que se altere el orden de sus apellidos. Cabe señalar que las parejas del mismo sexo que adoptan niños también pueden escoger la configuración de sus apellidos, de acuerdo con la ley 13/2005 promulgada el 30 de junio.
Otra característica digna de ser mencionada de la legislación de España es que da la posibilidad de combinar dos apellidos para que surja uno compuesto. Esto lo suelen aprovechar en los casos en que desean que se mantenga un apellido poco común en las generaciones siguientes, ya que pasa a formar parte del otro como si fueran uno solo, lo que asegura que vuelva a ser usado más adelante. Por lo general, la fusión se hace colocando un guion entre los dos.