Un audiófilo es un individuo que siente un gran interés por los sistemas de grabación y reproducción de sonido. Estas personas aspiran a disfrutar un audio de alta fidelidad y calidad.
Buscan la mejor experiencia
Los audiófilos, por lo tanto, analizan los recursos tecnológicos y los equipos que les permiten gozar de la mejor experiencia posible en materia de escucha. También suelen probar distintos métodos hasta dar con aquellos que estén a la altura de sus elevadas exigencias.
Muchas veces los audiófilos son melómanos: es decir, apasionados por la música. Ese entusiasmo por las composiciones musicales lleva al audiófilo-melómano a aspirar a la mejor calidad de sonido para estar en condiciones de registrar y percibir todos los matices de la obra. Sin embargo, el melómano puede privilegiar el acceso a la música más allá de las características de la reproducción, algo que para el audiófilo es central.
Audiófilos y melómanos
Los melómanos sienten un amor especial por la música, que para muchos puede llegar a parecer excesivo. Son capaces de pasar años persiguiendo una grabación antigua de su soprano favorita o un concierto inédito que solamente existe en filmaciones caseras. Sobra decir que también son extremadamente sensibles a las características de los diferentes sonidos, pero su enfoque principal está puesto en las obras.
Basta con echar un vistazo a la etimología del término melomanía para descubrir que en su componente manía el significado es el de «locura» o «tendencia al furor». Este mismo lo encontramos en otros términos, como ser cleptomanía, mitomanía, ninfomanía, cocainomanía, toxicomanía y megalomanía. Claro que en este caso no estamos ante un problema o una condición peligrosa, ni para el melómano ni para quienes lo rodean.
Los audiófilos tienen una obsesión por la calidad de la reproducción del audio, algo que puede llevarlos a dedicar años intentando crear el sistema y el entorno perfectos para escuchar una pieza que ya tengan en su haber. Esto nos demuestra que para ellos las obras no son tan importantes como la escucha.
En este punto podemos hacer dos aclaraciones: así como los músicos no se consideran melómanos, sino que este término corresponde a quienes disfrutan de la música pero no la crean, no basta con interesarse por los buenos equipos de reproductores y altavoces para ser un audiófilo, ya que no se trata de una pasión fácil de alimentar.
Una pasión costosa
En ocasiones, los precios de los sistemas atentan contra las pretensiones del audiófilo. Por lo general, los productos que se comercializan para los usuarios domésticos no tienen las prestaciones de los equipamientos profesionales y resultan más económicos.
Por esta razón decíamos que comprarse un «buen equipo» no es ser audiófilo, sino que incluso puede ser lo contrario. Una de sus características más llamativas es el rechazo por las tecnologías comerciales: en lugar de conformarse con lo que el mercado dicta año tras año, confeccionan sus propios sistemas de sonido con cables excesivamente caros y componentes que pasaron de moda hace décadas.
Mientras que para un bolsillo holgado es razonable invertir mil dólares en un receptor y un juego de altavoces, un audiófilo puede superar los treinta mil dólares en la compra de unos cables para mejorar la transmisión del audio.
La fidelidad del audio
La transmisión y la descarga de audio vía Internet, por otra parte, suele derivar en una disminución de la calidad para minimizar el tamaño (el peso) de los archivos digitales. En ese contexto, los audiófilos pueden sentirse a disgusto con el resultado.
Los audiófilos, en definitiva, recurren a conocimientos científicos, técnicas de la ingeniería de sonido y herramientas tecnológicas para maximizar la calidad y la fidelidad del audio, logrando así una experiencia placentera.