La autorrealización depende de la autonomía personal.
La autonomía personal es la capacidad de un sujeto para desarrollar sus actividades cotidianas y tomar sus propias decisiones. Esta potestad implica la necesidad de contar con determinados recursos y aptitudes que permitan desenvolverse con independencia y asumir las consecuencias del accionar.
Para comprender con precisión la idea de autonomía personal, es importante analizar los dos términos que le dan forma. La autonomía se asocia al autogobierno y al hecho de no depender de otros. Lo personal, en tanto, es lo particular de una persona.
El grado de autonomía personal de un individuo va cambiando con el paso del tiempo. En un sentido general, puede decirse que siempre se apunta a propiciar y conseguir el nivel más alto posible, teniendo en cuenta las características de cada caso.
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ResumenImportancia de la autonomía personal
La autonomía personal es muy importante para el ser humano. Está asociada a la autoestima, el empoderamiento, la libertad individual e incluso el bienestar emocional.
Es saludable que, en la medida de sus posibilidades, todas las personas puedan hacer uso de su autodeterminación y encargarse de la toma de decisiones sobre su propia vida. Si existen limitaciones, el entorno más cercano (familiares, amigos), la comunidad en general y el Estado pueden ayudar a sobrellevarlas en pos de que la persona no pierda la autonomía.
Cuando alguien no está en condiciones de encarar la solución de problemas que lo afectan o no puede avanzar con una iniciativa personal, es habitual que pierda la confianza en sí mismo. Sobre todo cuando la imposibilidad se registra sobre cuestiones cotidianas. Por eso es trascendental tener empatía y ayudar a construir resiliencia para que cada uno pueda valerse por sí mismo y alcanzar sus metas personales.
No puede dejar de mencionarse que, por múltiples factores, la autonomía personal nunca es absoluta o ilimitada. Se establece un equilibrio entre lo que se necesita, aquello que se desea y lo que realmente puede lograrse en virtud de los recursos y las habilidades disponibles.
La autonomía personal se asocia a la capacidad de autogestión.
El caso de los niños
Fomentar la autonomía personal en la infancia es clave para el crecimiento. Este es un proceso que se lleva adelante en etapas y de manera progresiva ya que los niños necesitan la protección y el cuidado de los adultos para subsistir.
Entendiendo que los menores carecen de la madurez emocional, el desarrollo intelectual y la fuerza física que se requieren para valerse con independencia, es clave impulsar su autoconocimiento y darles las herramientas para que, poco a poco, vayan adquiriendo autonomía personal.
Ir al baño solo, lavarse los dientes, beber de un vaso y comer sin ayuda son algunas acciones que, entre los primeros 3 y 4 años de vida, un ser humano puede realizar de manera autónoma o con poca asistencia.
Inculcando el autocuidado y la responsabilidad personal, los padres o tutores deben acompañar paulatinamente la independencia social de los pequeños y otorgarles, con los límites lógicos de cada edad, libertad de elección. Esto contribuye a que el niño de hoy se convierta mañana en un adulto apto para actuar con independencia en el marco de la sociedad.
Un error habitual en quienes tienen responsabilidad en la crianza de un niño es la sobreprotección. Desde el amor se busca que los chicos no sufran ningún daño; sin embargo, cuando los cuidados son excesivos se limita la capacidad de acción y el desarrollo del infante. La equivocación, los traspiés y la frustración son parte del aprendizaje.
La autonomía personal requiere inteligencia emocional.
Autonomía personal de individuos con discapacidad
Existe una premisa extendida que sostiene que la autonomía es un valor inherente a la persona. Los individuos con discapacidad, ya sea intelectual o física, tienen derecho a hacer uso de esa independencia.
Por supuesto, esto no implica abandonarlos a su suerte. Se trata de ayudar a que puedan lograr el modo de vida más autónomo posible. La libertad tiene que ser tanto de acción como de decisión.
En su sentido más básico, la autonomía personal está dada por la capacidad de concretar por uno mismo, sin vigilancia ni intervención de otros, aquellas acciones diarias primordiales de supervivencia: comer, higienizarse, vestirse, etc. A mayor cantidad de tareas y mayor complejidad, mayor autonomía personal.
Supongamos que un hombre debe desplazarse en silla de ruedas. Si las veredas o aceras están rotas y en los edificios no hay rampas, su autonomía personal se verá afectada. En cambio, la aplicación de políticas y medidas de accesibilidad permiten que esta persona mantenga su independencia.
Si se asiste a una mujer con síndrome de Down para que pueda integrarse a una empresa y desarrollar un trabajo para el cual se encuentra capacitada, esa autonomía laboral derivará también en una autonomía financiera y, a su vez, en una mayor satisfacción personal.
La mirada de la psicología
Una persona que no dispone de ninguna condición madurativa, intelectual o física que limite sus capacidades también puede tener problemas para actuar con autonomía. Existen barreras psicológicas que puedan llevar a depender de los demás.
En esas situaciones, la dependencia es emocional. Un sujeto puede sentir que no está capacitado para afrontar su realidad y ejecutar las acciones que esa misma realidad le exige. Problemas de autoestima, una autoimagen negativa, prejuicios e ideas preestablecidas bloquean la autonomía personal.
Si bien un profesional en psicología es el especialista indicado para tratar estas problemáticas, se suele recomendar a las personas con estas dificultades que planifiquen sus actividades, analicen cuáles son sus prioridades, no asuman compromisos en el largo plazo cuando no es imprescindible y aprendan a decir «no».
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