El uso más habitual de la noción de causa procede del latín causa (que, a su vez, se origina en un vocablo griego) y señala a aquello que se considera como el fundamento o el origen de algo.
Puede decirse que A es causa de B si la ocurrencia de A aparece acompañada de la ocurrencia de B mientras que la no ocurrencia de B implica que tampoco puede hallarse la ocurrencia de A. Si A es causa de B, B es un efecto de A.
Por ejemplo: si un hombre recibe un golpe en el rostro y le queda un ojo morado, el golpe es la causa de la lesión. De igual forma, si un temporal derriba un árbol, el primero es la causa de la caída del segundo. En este contexto, las causas suelen ser fáciles de delimitar; sin embargo, cuando entran en juego las emociones, su búsqueda resulta mucho más complicada.
El psicoanálisis y la búsqueda de causas
Es de conocimiento popular que por medio del psicoanálisis es posible dar con las causas de nuestros problemas para comenzar a resolverlos; pero no todo es tan simple como encontrar ese golpe en el rostro, o esa tormenta que acabó con la vida del árbol. Muchas veces, las respuestas más evidentes a los interrogantes de la mente no son suficientes, dado que nos conducen a nuevas preguntas, y así sucesivamente.
El cerebro tiene una manera de operar que ni siquiera al día de hoy ha sido comprendida al 100% por los científicos; cuando intentamos ahondar en nuestro pasado, es posible que ocurran dos cosas: que los recuerdos se presenten de forma distorsionada, tanto de manera positiva como negativa; que un cierto número de experiencias hayan quedado fuera del alcance de nuestra memoria. ¿Cómo hallar con las causas de un trauma si no somos capaces de observar con claridad y fidelidad los sucesos de nuestra propia vida?
Para superar el bloqueo que suponen dichos muros, el primer paso es encontrar las causas por las cuales nuestra mente los ha levantado; en otras palabras, el viaje hacia los orígenes de nuestros problemas supone, en la mayoría de los casos, dar unos pasos hacia atrás, para entender por qué los desconocemos.
El término como motivo para actuar y como litigio judicial
La causa también puede ser la razón o el motivo para obrar. En este caso, se trata de aquello que impulsa a actuar: “El Che Guevara se sumó a la causa socialista cuando conoció a Fidel Castro en México”, “Cuando era adolescente y militaba en política, era capaz de dar todo por la causa”. La lucha por una causa requiere de constancia, de una entrega absoluta, sin miedo a las consecuencias; cuando se consigue la victoria, la satisfacción parece insuperable, mientras que una derrota solo debería impulsarnos a levantarnos y continuar intentándolo.
Causa también puede ser el litigio o pleito judicial: “El cantante inició una causa contra el periodista por calumnias e injurias”, “Romero enfrentó varias causas en los últimos años y terminó en la ruina”.
Película «Rebelde sin causa»
El mítico actor James Dean fue protagonista de una película titulada «Rebelde sin causa«, filmada en el año 1955 bajo la dirección de Nicholas Ray; actualmente se encuentra entre las obras preservadas por el Registro Nacional de Filmes de Norte América.
Curiosamente, a pesar de tratarse de una adaptación del ensayo psiquiátrico homónimo editado una década antes por Robert Lindner (el libro original llevaba el subtítulo «El hipnoanálisis de un psicópata criminal«), no existe referencia al mismo durante el film.
El concepto en la gastronomía peruana
Es interesante señalar que otro origen etimológico de causa nos lleva al quechua causay (“sustento de la vida”).
En Perú, la causa es un puré de papas con ají y limón que se sirve frío como entrada. El plato suele estar acompañado de aceitunas y lechugas.