Las coníferas son arbustos y árboles con ramas que se presentan en forma cónica y frutos que también tienen una estructura de cono. Estas plantas pertenecen al conjunto de las gimnospermas, que incluye a aquellas especies cuyos carpelos, al no contar con un espacio cerrado que albergue los óvulos, exhiben las semillas al descubierto.
Las plantas denominadas gimnospermas son productoras de semillas y entran en la categoría de vasculares (organismos que están formados por células vegetales) y espermatofitas (el grupo de todos los linajes vasculares que producen semillas). La etimología de su nombre nos lleva a la expresión griega «semilla desnuda», que hace referencia a que no se desarrollan en un ovario cerrado, algo que sí ocurre en las plantas angiospermas.
Bosques de coníferas
Existen unas seiscientas especies de coníferas en todo el mundo. Estos árboles muchas veces componen un bosque de coníferas, donde predominan los ejemplares con hojas perennes y aciculares.
Los bosques boreales, también llamados taigas, son los bosques de coníferas más usuales. Se encuentran en el hemisferio norte, en países como Rusia y Canadá, y disponen de coníferas como pinos, piceas y abetos. En los lugares con temperaturas más elevadas, los bosques de coníferas suelen presentar especies como las secuoyas, los cedros y los cipreses.
Cuando las coníferas se hallan en regiones muy frías, lo habitual es que crezcan mucho en altura y con forma de pirámide, ya que estas particularidades les permiten desprenderse de la nieve con mayor facilidad. En los climas secos, por su parte, las coníferas más frecuentes son aquellas con hojas aciculares que contribuyen a reducir la evaporación.
Pinos, secuoyas y otras especies
Los pinos están entre las coníferas más conocidas. A estos árboles diversas culturas les atribuyen un simbolismo vinculado a la fuerza y a la vitalidad. Esto se debe a que son especies perennes, con la capacidad de crecer y subsistir en ambientes áridos.
Las coníferas más altas, por otra parte, son las secuoyas, que pueden superar los cien metros de altura sin tener en cuenta las raíces. Otra particularidad de las secuoyas es su longevidad: hay ejemplares que viven cerca de 3.000 años.
Entre las coníferas encontramos el género Juniperus, ampliamente distribuido a nivel mundial. Las más de cincuenta especies que comprende se pueden dividir en dos secciones: los enebros (que mantienen durante toda su vida el follaje juvenil espinoso) y las sabinas (que luego de los primeros años pierden el follaje juvenil espinoso). Los juníperos se pueden encontrar en todo el hemisferio norte y en gran parte de las montañas centroamericanas.
Las coníferas y los animales
Como ocurre con todas las familias y especies de plantas, las coníferas tienen asociadas decenas de especies animales que las necesitan para subsistir y que también les aportan diferentes beneficios. Se conoce con el nombre de oruga procesionaria del pino a un insecto del orden de los lepidópteros (en el habla cotidiana, se conocen simplemente como mariposas) que en los bosques de pinos de América del Sur y Europa del Sur es muy abundante y se considera una plaga de relativo peligro.
La oruga procesionaria del pino también habita en abetos y cedros, y tiene un aspecto muy particular: está recubierta de pelos que se desprenden y quedan flotando en el aire. Dado que se trata de pelos urticantes, si entran en contacto con la garganta, las fosas nasales o los oídos de los seres humanos puede generar desde una leve irritación hasta graves reacciones alérgicas. En el caso de los perros, su contacto con esta especie puede ser mortal.
Los pelos de la procesionaria del pino poseen una sustancia llamada Thaumatopina (el nombre científico de la propia especie es Thaumatopoea pityocampa), una toxina termolábil que les provee la capacidad de producir urticaria.