El deísmo es una corriente de la filosofía que admite, mediante el raciocinio y la experiencia, la existencia de Dios como creador del mundo natural. La doctrina, sin embargo, no acepta otros elementos característicos de las religiones en su relación con la divinidad, como la existencia de revelaciones o la práctica de cultos.
Puede decirse, por lo tanto, que los deístas creen en Dios pero no en las prácticas y los dogmas religiosos. El deísmo reconoce que Dios ha creado el universo aunque no cree en su intervención posterior para orquestar su destino.
Principios del deísmo
Para los deístas, no existen los milagros ni la Santísima Trinidad. La manifestación de Dios se produce a través de las leyes naturales, que pueden analizarse desde la ciencia. En general el deísmo acepta de manera racional que no se puede probar que Dios existe ya que el acto de creer, en última instancia, es una cuestión de fe.
El movimiento deísta, por lo tanto, se acerca a Dios a través de la reflexión. No apoya la religión organizada e institucionalizada, ni tampoco las doctrinas y los preceptos emanados de libros supuestamente sagrados.
Racionalismo y ética
Los deístas orientan su conducta a partir del pensamiento racional y de la ética vinculada a su propia conciencia. Por eso también rechazan las órdenes impuestas por líderes eclesiásticos que aseguran actuar como mensajeros de Dios y comunicadores de su Palabra.
El deísmo no está de acuerdo con las afirmaciones más importantes de las religiones, y las cuestionan una y otra vez ante la falta de respuestas satisfactorias por parte de sus dogmas. Algunas características propias de las personas deístas son las siguientes:
* no aceptan que la existencia de Dios haya sido representada o explicada completamente en las escrituras generalmente denominadas sagradas;
* para reflexionar acerca de las características de Dios utilizan la razón y no permiten que una doctrina les imponga una serie de conceptos inamovibles;
* con respecto a la ética, intentan guiarse por su propia consciencia y sus razonamientos a la hora de tomar decisiones importantes, en lugar de seguir reglas impuestas por instituciones;
* buscan la espiritualidad por caminos espontáneos e inexplorados, a diferencia de quienes adoptan una tradición;
* no suelen autodenominarse religiosos, sino que prefieren el término espiritual para describir su relación con Dios;
* dejan a un lado las supersticiones que contaminan ciertas enseñanzas religiosas y rescatan los aspectos racionales que pueden resultar verdaderamente útiles para la vida de cualquier persona, religiosa o no.
De la religión al deísmo
Muchas personas autodenominadas religiosas deberían considerarse adeptas al deísmo, ya que no practican ni respetan los dogmas de la religión que aseguran seguir. Esto sucede especialmente con el cristianismo: en países como España y Argentina, decenas de personas dicen ser cristianas aunque jamás van a misa, nunca han leído la Biblia ni pueden relatar con fluidez la historia de Jesucristo, sin contar que se oponen a la mayoría de las ideas de la Iglesia.
El origen del deísmo se remonta a la Antigua Grecia y su apogeo tuvo lugar sobre el final del siglo XVII. Grandes personalidades de la historia han sido identificadas o se han considerado como deístas. Aristóteles, Platón, Immanuel Kant, Thomas Edison, Voltaire y Walt Whitman son sólo algunas de ellas.
La noción en la gramática
En gramática, se entiende por deísmo la tendencia incorrecta a usar la preposición de; si bien no tiene tanto protagonismo como el dequeísmo y el queísmo, también representa un problema que contamina la comunicación de muchas personas hispanohablantes.
Veamos algunos ejemplos de deísmo: «Me dijeron de que iban a venir a la tarde», «Le dije de quedar en su casa mañana»; en el primer caso debería omitirse la preposición «de», y en el segundo es aconsejable decir «le propuse quedar».