El eco es la repetición de un sonido por un fenómeno acústico que consiste en el reflejo de la onda sonora en un cuerpo duro. Una vez que se refleja, el sonido regresa al lugar de origen con un cierto retardo y, de esta forma, el oído lo distingue como otro sonido independiente.
El retardo mínimo necesario para que se produzca este fenómeno varía según el tipo de sonido. En los casos en los cuales el sonido se deforma tanto que se vuelve irreconocible, se habla de reverberación.
Por ejemplo: “El eco de su voz en la catedral dificultaba la comprensión de las canciones”, “En las vacaciones fui a la montaña con mis padres y jugamos con el eco que se generaba al gritar en los acantilados”, “Necesito que bajes el volumen del televisor ya que el teléfono hace eco”.
Usos simbólicos del concepto
Este fenómeno acústico también permite utilizar el concepto de eco (que procede del latín echo) de manera simbólica. De este modo, la persona que repite aquello que otro dice también se conoce como eco, al igual que los dichos que están influidos marcadamente por un antecedente: “Quiere presentarse como un candidato novedoso, pero no es más que el eco del viejo caudillo político del pueblo”, “Te pido que me marques los errores, no que seas mi eco y te sumes a todo lo que digo”.
El sonido que se percibe débilmente, el rumor vago de un suceso y la repercusión de una noticia son otras ideas que pueden expresarse a través de la noción de eco: “El eco de las declaraciones del jugador llegó hasta el club y desató la polémica”, “Se oye el eco de las bombas en toda la región”.
Ecolocalización
También conocida con el nombre de ecolocación, la ecolocalización es un mecanismo utilizado por algunas especies animales con el propósito de detectar los objetos que los rodean. Básicamente, consiste en la emisión de sonidos y el posterior análisis de sus ecos. Cabe mencionar que a diferencia del sonar, desarrollado para la asistencia de los navegantes, los animales poseen varios receptores.
Entre los mamíferos que se valen de la ecolocalización se encuentran los murciélagos (con algunas excepciones), los cachalotes y los delfines. Con respecto a los ovíparos, podemos mencionar a los guácharos (también conocidos como aves de las cavernas), las salanganas y los vencejos. Algunos científicos han intentado probar que los seres humanos también poseemos esta habilidad en cierta medida, pero aún nadie ha presentado pruebas irrefutables.
Por medio de la interpretación del eco, los animales consiguen medir la distancia a la que se encuentran de los objetos detectados, tomando como dato fundamental el tiempo de retardo del sonido. Además, el hecho de que cada oído perciba el eco en momentos diferentes, con una intensidad y una frecuencia también diferentes, permite la recreación del tamaño y de ciertas características de los elementos, más complejas que su mera posición.
El caso de los murciélagos
A pesar de lo que muchos piensan, los murciélagos poseen el sentido de la vista, y algunos lo utilizan para orientarse y cazar durante el día, reservando la ecolocalización para los vuelos en oscuridad absoluta. En estos casos, además de detectar a sus presas, se valen de este recurso para evitar peligros tales como zonas habitadas por depredadores y para dar con una fuente de insectos que no haya sido hallada por muchos cazadores.
El ultrasonido es generado en la laringe y emitido por medio de la boca o de la nariz, para conformar una llamada cuyo rango de frecuencias va desde los 14.000 hasta los 100.000 Hz, 80.000 Hz por encima de los límites de nuestra percepción auditiva. Por otro lado, estos mismos animales son capaces de producir sonidos de frecuencias considerablemente bajas, que llegan a los 10 Hz.