El vocablo griego sporá, que puede traducirse como “semilla”, llegó al latín científico como spora. De ese término procede la noción de espora, que tiene varios usos en el terreno de la biología.
Una espora puede ser una célula vegetal que se escinde de una planta para dividirse de manera reiterada y así formar un nuevo ejemplar. Estas células no cuentan con la estructura de un gameto ni necesitan vincularse a otra para la formación de un cigoto.
En el caso de ciertos protozoos (seres con única clase de células), las esporas son células formadas por división que generan una membrana resistente a modo de quiste, dividiéndose luego en su interior para producir los gérmenes que se convierten en individuos adultos. Los organismos que se reproducen de este modo se denominan protozoos esporozoos.
Una espora, en definitiva, es un elemento microscópico creado para lograr la dispersión y la supervivencia. En las plantas, la reproducción se logra por meiosis, mientras que en los hongos la generación del nuevo individuo se da a través de la mitosis. En ambos casos, la reproducción es por división de la célula, sin que haya una fusión con otra.
En las bacterias, en cambio, la espora es una etapa que favorece la resistencia del organismo en un entorno desfavorable. Por lo tanto no implica un fin reproductivo.
Hay, en definitiva, esporas de plantas, esporas de bacterias, esporas de hongos e incluso esporas de algas. Es posible hablar de endosporas, ascosporas, zoosporas, macrosporas, microsporas, mitosporas, meiosporas y clamidosporas, entre muchas otras.
Probióticos de esporas
Se conoce como probióticos de esporas a la pared de las células de las esporas de bacilos, y desde hace mucho tiempo se usan como modulador inmunológico con bastante éxito. A grandes rasgos, podemos decir que estos probióticos incrementan la tolerancia del sistema inmune de manera considerable y en muchos casos sirven para solucionar problemas de intolerancia a ciertos alimentos en niños con autismo o en personas de todas las edades con enfermedades neurológicas como ser Lyme, ALS, Parkinson y esclerosis múltiple.
Como los probióticos de esporas no tienen las cepas vivas de bacilo, sino solamente esporas, no reciben ningún efecto negativo de los antibióticos y por eso pueden apoyar de forma brillante al microbioma cuando es necesario suministrar estos fármacos.
Casi todos los individuos se encuentran en una constante exposición a una serie de factores ambientales muy inflamatorios, entre los que destacan el aluminio volátil y los pesticidas. Precisamente, ante estas amenazas resulta ideal el uso de los probióticos de esporas, que además es capaz de convertir el azúcar en vitamina C y de producir vitamina K en el tracto intestinal, ideal para potenciar los efectos de la vitamina D.
Además de los probióticos de esporas, el microbio denominado bacilo tiene otras muchas subespecies, siendo la bacillus subtilis la más relevante de todas. El origen de este producto nos remonta al año 1935, en Alemania, cuando un microbiólogo llamado Gunther Enderlein lo concibió en su laboratorio, probablemente sin saber que beneficiaría a tantas personas en su lucha por superar un sinfín de enfermedades.
En el intestino del ser humano viven 2500 especies de microbios o más, y casi todos ellos tienen una relación simbiótica el cuerpo. Algunos generan productos que necesita el organismo, o bien metabolizan las toxinas para que su elminación sea segura, o ayudan a mantener en equilibrio la tolerancia inmunológica. Los probióticos de esporas tienen precisamente esta última tarea, y la llevan a cabo con una gran eficacia; esto los convierte en el recurso fundamental que tienen los médicos en la predicción del incremento de la tolerancia inmunológica en los pacientes.