Popper afirmaba que si no se puede refutar una teoría entonces es cierta.
Se denomina falsacionismo a la doctrina filosófica que postula a la falsabilidad como un principio para distinguir entre lo científico y aquello que no lo es. La falsabilidad, por su parte, alude a la condición de falsable: que puede ser falsado (refutado o desmentido).
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El falsacionismo fue desarrollado por Karl Popper. De acuerdo a este pensador austríaco, la contrastación de una teoría o hipótesis consiste en un intento de refutación a través de un contraejemplo. Cuando no se puede lograr dicha refutación, se entiende que la teoría resulta comprobada y por lo tanto se la puede aceptar.
Popper, de todos modos, indicaba que no existe la teoría totalmente verdadera. Para el falsacionismo, una teoría no refutada se acepta como válida pero siempre de manera provisional.
El verificacionismo
Esta corriente de la epistemología, bautizada por Popper como racionalismo crítico, es uno de los sustentos del método científico. El falsacionismo irrumpió como una opción frente al verificacionismo, basado en la incorporación de hechos observacionales a modo de corroboración de la teoría.
Existe, por lo tanto, una diferenciación conceptual entre el falsacionismo y el verificacionismo. El criterio de demarcación propuesto por Popper indica que, cuando una teoría es falsable, es científica. En cambio, si la teoría no es falsable, no se la puede considerar como parte de la ciencia.
El falsacionismo, en definitiva, permite aceptar o rechazar una teoría como científica. La teoría que puede ser falsada es científica, ya que es posible ponerla a prueba y desmentirla con experimentos o hechos. Así, una teoría se corrobora provisionalmente con la evidencia empírica, aunque nunca se confirma de forma definitiva.
Falsacionismo sofisticado
El filósofo, matemático y físico húngaro Lakatos Imre acuñó el término falsacionismo sofisticado para nombrar su crítica a las ideas de Popper y a la epistemología, la cual basó en una serie de programas de investigación científica. La metodología de estos últimos le sirvió para dar solución a ciertos problemas del falsacionismo, de manera que fue un auténtico avance.
Esto lo llevó a referirse al falsacionismo de Popper como el «ingenuo». Cabe señalar que, de todos modos, que esta forma ácida de referirse al trabajo del científico austríaco no era algo contra su persona, ya que incluyó bajo la denominación «sofisticado» sus ideas posteriores. En este contexto debemos mencionar al físico, filósofo e historiador alemán Thomas Samuel Kuhn, quien pasó a la historia por sus aportes a la sociología científica y la orientación filosófica. Su obra más destacada, del año 1962, se titula La estructura de las revoluciones científicas.
Uno de los trabajos de Lakatos consistió en adaptar la teoría de Popper a la de Kuhn: el primero afirmaba que la historia de la ciencia avanza racionalmente; el segundo, en cambio, que lo hace a través de la competencia y la confirmación de diversas teorías, más allá del uso de hechos para falsarlas. Lakatos se apoyó en que los científicos no aíslan las teorías para evaluarlas, sino que las consideran en grupos.
Kuhn y Lakatos no apoyaban el estudio aislado de teorías, sino siempre en conjunto.
Falsacionismo dogmático
También conocido como falsacionismo naturalista, el dogmático tiene en cuenta la falibilidad (doctrina lógica según la cual una proposición se puede negar alterando su valor de verdad) de toda teoría, aunque conserva una base empírica infalible y no cae en el inductivismo (el método que genera conclusiones generales partiendo de enunciados aislados y particulares).
El falsacionismo dogmático se apoya en dos supuestos: que hay una frontera psicológica que divide las proposiciones especulativas y teóricas de las observacionales o fácticas; que basta con que una proposición satisfaga el criterio de ser observacional para que se considere cierta, probada. Estas dos afirmaciones se consideran falsas, de manera que no pueden sostener la teoría de este tipo de falsacionismo.
