Se llama fiebre a un fenómeno que consiste en el incremento de la temperatura corporal y en el aumento de la frecuencia de la respiración y el pulso. Se trata de una patología que puede estar vinculada a numerosas enfermedades y trastornos.
La mayor temperatura es el signo más notorio de la fiebre, ya que se manifiesta primero y puede medirse con facilidad. Por eso muchas veces se cree que la fiebre es simplemente el aumento de la temperatura. Sin embargo, el concepto hace referencia a un conjunto de signos y de síntomas que surgen como respuesta orgánica ante una infección, una lesión u otras cuestiones.
Además del incremento de la temperatura, la frecuencia respiratoria y la presión arterial, la fiebre también suele incluir una disminución del apetito, mayor sed y un decaimiento general. Es importante mencionar que, cuando la temperatura sube poco, se habla de febrícula; en cambio, si aumenta mucho, se hace referencia a la hiperpirexia.
Para saber si una persona tiene fiebre es necesario usar un termómetro homologado para medir su temperatura corporal; es importante resaltar que no basta con usar el tacto con este propósito, ya que la temperatura ambiental y la propia pueden afectar la estimación y crear una alerta innecesaria. La zona del cuerpo donde el resultado es más preciso es el recto; sin embargo, por diferentes cuestiones se suele aplicar el termómetro en las axilas o en la boca, salvo en el caso de los bebés.
Una vez aplicado el termómetro se debe dejar quieto durante el tiempo que señale el manual o que nos haya recomendado el profesional de la salud. Finalmente, debemos retirarlo y mirar el indicador de temperatura, que puede estar representado por la posición de una «aguja» en una escala o un valor numérico en una pantalla digital. La temperatura normal del cuerpo humano se encuentra entre los 36 y los 37 grados centígrados; desde los 37,1 hasta lo 38,1 se habla de febrícula; la fiebre, propiamente dicha, comienza a partir de los 38,1 grados.
La altura de la fiebre no siempre está ligada a la gravedad del trastorno que la causa. Por ejemplo: un catarro puede disparar una fiebre de 40 °C mientras que una grave infección solamente aumente unos grados la temperatura normal del cuerpo. Por esta razón, es importante consultar con un médico para que diagnostique al paciente y determine el tratamiento más adecuado.
Algunos consejos para un cuadro de fiebre son beber abundante agua, no abrigarse de forma excesiva ni poner la calefacción muy alta, humedecer un paño con agua fresca y colocarla en la frente y darse baños con agua templada durante unos minutos.
Algunas enfermedades infecciosas que implican el crecimiento de la temperatura tienen en su nombre el término fiebre. La fiebre amarilla, por citar un caso, es una enfermedad viral cuyo virus lo transmite el mosquito Aedes aegypti. La fiebre tifoidea, en cambio, es bacterial: la causan bacterias del género Salmonella.
La idea de fiebre, por último, puede emplearse de manera simbólica para aludir a una agitación o una conmoción. Por ejemplo: «Esta región alcanzó su máximo desarrollo por la fiebre del oro», «La fiebre por el nuevo teléfono de la compañía estadounidense se extiende por el mundo», «La fiebre del reggaetón no deja de crecer».
En estos últimos ejemplos se entiende fiebre como una suerte de obsesión que muestra un gran número de personas ante un producto comercial o un estilo de música determinados. Esto es muy común en la actualidad, dado el gran número de artículos que nos ofrecen los diferentes mercados cada año y la efectividad de las campañas de mercadeo, gracias a las cuales crean publicidades «agresivas» en los medios más visitados por los potenciales clientes.