Se llama hematología al estudio de las características de la sangre y de los órganos que la generan. El concepto también puede referirse a la especialidad de la medicina centrada en el análisis de las enfermedades hematológicas.
La hematología, en este marco, se ocupa de investigar, estudiar, diagnosticar y tratar la sangre y los órganos encargados de la hematopoyesis (es decir, de la generación de las células sanguíneas). El bazo, los ganglios linfáticos y la médula ósea, por lo tanto, forman parte del interés de la hematología.
El experto en hematología recibe el nombre de hematólogo. Se trata de un especialista que puede tratar tanto enfermedades malignas como no malignas, trabajando sobre trastornos bioquímicos y estructurales de las células sanguíneas y de los órganos que las producen.
Es importante tener en cuenta que las células de la sangre proceden de las células madres pluripotentes que se encuentran en la médula ósea. A través de la hematopoyesis, se desarrolla un proceso de diferenciación que da lugar a la aparición de los leucocitos, los hematíes, las plaquetas y los eritrocitos, células sanguíneas con diferentes cualidades y funciones determinadas.
Cuando una enfermedad incide en la producción de la sangre, se la califica como hematológica. La hematología puede ocuparse de la anemia, la leucemia y los trastornos de la hemostasia, por citar algunas posibilidades.
Al dedicarse al estudio de las células de la sangre, por otro lado, la hematología también se desarrolla a través de pruebas de laboratorio que permiten contar los leucocitos, los hematocritos y los eritrocitos, por ejemplo. Precisamente, los desequilibrios que puedan existir entre estas células de la sangre, las anomalías en sus proporciones y su estado general pueden dar lugar a diferentes enfermedades.
La función más importante de los hematíes, por ejemplo, es el transporte de oxígeno y dióxido de carbono, aunque cumple varias más. Los leucocitos, en cambio, son fundamentales para el sistema inmune. Las plaquetas, por su parte, realizan un aporte clave en la coagulación de la sangre. En definitiva, la sangre necesita de todas las células para funcionar de forma adecuada, pero éstas deben encontrarse en determinadas proporciones.
Como se menciona en un párrafo anterior, uno de los focos de la hematología es la anemia, la cual consiste en un número insuficiente de hematíes, un fenómeno que puede surgir por varios factores. La leucemia, en cambio, es una enfermedad caracterizada por una producción demasiado elevada de leucocitos anómalos, los cuales generan síntomas peligrosos tras reemplazar la trombopoyesis y la eritropoyesis.
Para identificar estos y otros desequilibrios, la hematología se apoya en diversas pruebas de laboratorio, entre las que destaca el hemograma completo, un análisis de sangre que incluye la observación detenida y el recuento de sus células. Es importante resaltar que sin este paso se dificulta el diagnóstico de ciertos trastornos y, por lo tanto, la prescripción del tratamiento más adecuado. Algunos de los tratamientos típicos de la hematología son la transfusión de sangre, el trasplante de médula ósea y la quimioterapia.
Otro de los procedimientos que forman parte de la hematología es la determinación de hemoglobina, una hemoproteína que se encarga de las siguientes tareas, entre otras:
* transportar el dioxígeno (lo que en el habla cotidiana se conoce con el nombre de oxígeno) partiendo de los órganos respiratorios y llegando a los tejidos;
* tomar el dióxido de carbono en los tejidos y transportarlo hacia los pulmones, donde se elimina;
* regular el pH de la sangre.
La hemoglobina está presente en los vertebrados y también en ciertos invertebrados. Su estructura es cuaternaria, o sea que está formada por cuatro unidades. Dado que tiene un grupo hemo en cada una de estas subunidades, se considera perteneciente a la familia de las hemoproteínas.